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¿La Nueva Estación de la Golfa?

Por Eduardo Ramírez

i.

No sé. 

La crítica parte de la duda, no de la certeza.

Desconfío de la crítica que hace aseveraciones contundentes y –cimentada en ellas– plantea ya no cuestionamientos, sino demandas. 

Como si su interpretación fuera incuestionable.

A pesar de que he estado al pendiente de los distintos argumentos sobre el cambio de vocación de la Casa de la Cultura de Nuevo León, todavía no puedo posicionarme.

Los argumentos de los productores artísticos y de los promotores culturales independientes, se me hacen interesados, viscerales, pocos sólidos, fuera de una visión contextualizada.

Los argumentos de la institución, a pesar de que no estoy de su lado, los entiendo como parte de una inercia no de la administración anterior, sino desde hace décadas.

ii.

Sobre el contexto.

La Casa de la Cultura fue la primera institución pública que conjuntó y catapultó la infraestructura cultural en Monterrey a finales de los setentas (junto con el Museo de Monterrey de Cervecería y el Centro Cultural ALFA, desde lo privado).

En ese momento, su apertura se estableció como un espacio de experimentación y formación de promotores culturales y productores artísticos.

Benefició no solo a la comunidad social en pleno sino a todas las disciplinas artísticas, por la carencia de otros espacios.

Cuando se fundó, junto al programa cultural del IMSS a nivel nacional, el concepto Casa de Cultura implicaba “una planta física para la enseñanza y la práctica de las diferentes expresiones culturales, así como para realizar la difusión, formación, capacitación, investigación, organización y apoyo a la creación artística, dictando talleres en diferentes áreas artísticas”.

Hace unas semanas se cerró el Teatro de Seguro Social (en la calle Constitución) y nadie se pronunció.

iii.

Al fundarse la Casa de la Cultura sus salas eran posiblemente el único espacio público de formación, difusión y exposición para los productores artísticos. 

¿Es legítimo, ahora, actualizar sus funciones?

¿Dada la actual oferta de espacios públicos expositivos para las artes plásticas, las salas de la Casa de la Cultura deben redefinir su función?

La explosión de infraestructura cultural pública, a partir de la primera década del siglo XXI, volvió redundantes los espacios de exposición de la plástica: La Pinacoteca de Nuevo León (1990), el Centro de las Artes: Fototeca, Artes Plásticas, Nave Generadores (a partir del 2000).

La Escuela Adolfo Prieto, además de dedicar su espacio a resguardar la biblioteca sobre arte visual donada por el Museo de Monterrey (poco visitada, sin personal para atenderla) y dedicar ahora sus aulas a talleres que promueven las industrias creativas (con poco éxito), dedica parte de sus espacios a promover convocatorias para proyectos emergentes de artes plásticas (cosa que en su tiempo hacía la Casa de la Cultura).

¿Las artes plásticas pierden o reordenan sus espacios al dedicar a otro uso las salas de la Casa de la Cultura?

iv.

¿La crítica es interesada, parcial y desinformada?

Le falta perspectiva a quien piensa que la obsolescencia de CONARTE se debe a la anterior administración.

¿Dónde estaban o por qué no se informan que este “despojo” de un consejo “democrático”, participativo, se viene haciendo desde que Romeo Flores Caballero fue su presidente, con sus prácticas arbitrarias y déspotas; desde que Alfonso Rangel Guerra operó como tapadera en la presidencia, mientras se decidía sobre el FORUM Universal de las Culturas en otras mesas?

¿Dónde estaban estos críticos cuando Katzir Mesa trasgredió la ley al duplicar funciones (Presidente y Secretario Técnico de CONARTE), a la renuncia de Carmen Junco.

¿Qué postura tomaron en ese momento que, además, coincidió con una controversia más sobre la Reseña de la Plástica Neoleonesa, para entonces tan parchada y desprestigiada que dejó de tener representatividad en el gremio de las artes plásticas?    

v.

¿Por qué solo se critican las políticas culturales públicas de CONARTE y no se cuestionan las decisiones arbitrarias en cultura de la UANL?

¿Convertir de un plumazo un centro académico como el CEIIDA, en un centro cultural más, dependiente de la Secretaría de Extensión y Cultura?

¿Por qué no se critica la falta de coordinación o la obsolescencia de programas de las Casas de la Cultura de los municipios conurbados?

¿Por qué no se le pide cuentas, por igual, al Museo Metropolitano de Monterrey y su abandono de “la ciudadanía”?

¿Por qué no se considera como ejemplo la nueva política cultural del municipio de San Pedro que intenta independizarse de la dictadura y malas prácticas de los promotores que, en contubernio con los productores y coleccionistas del municipio, en administraciones pasadas, carecían de propuesta y solo eran sus propagandistas?

vi.

¿Quiénes son los críticos de estas decisiones de política cultural pública que se autonombran “representantes” ya no del gremio, sino de “la ciudadanía”?

¿Representantes y defensores de los derechos a la cultura en general?

¿Qué ego se necesita para postularse en su nombre?

vii.

Algún atractivo, algún capital, debe tener la Antigua Estación del Golfo, que se la quieran trepar a su beneficio algunas personas. 

Fuente:

Vía / Autor:

// Eduardo Ramírez

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Autor: stafflostubos
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