Por José Francisco Villarreal
Hace años, en mi primera clase con el difunto doctor Juan José García Gómez, me dijo que yo no tenía nada que hacer en la facultad de Filosofía y Letras, que mejor me fuera a Agronomía. ¡Qué bueno que no le hice caso! En un descuido hoy fuera exgobernador y estaría metido en el bote en espera de proceso. Para bien o para mal todo estudio es útil, así sea con título o con carrera truncada. Hay ocasiones en que me gustaría divertirme un poco y escribir un artículo en octavas reales o versos alejandrinos, pero desisto, porque la lírica sin lira es la eterna e infructuosa lucha de los poetas con ADN occidental por replicar la sonoridad de la imaginación: son como cantantes a capella.
Con pocos estudios he aprendido bastante como para sobrevivir precariamente, pero la coexistencia social es para mí cada vez más complicada. No hablo sólo de la relación con gobiernos, también la interacción humana. Se supone que por ahí del siglo XVIII, en Francia, se concretó la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. La Assemblée Nationale revolucionaba una sociedad. Y desde entonces se han ido perfeccionando cada vez más los Derechos Humanos, con más puntos y más comas. A este paso, en breve tendrán que publicarse todos en más volúmenes que la Enciclopedia Británica (que creo que ya va en los 30 y tantos tomos). Incluso, por aquello de la inclusión, no sé si deba decirse Derechos Humanos, Humanas y Humanes.
Me llega a la memoria aquella canción de los cazadores de una tribu mandinga, antes de que el emperador de Mali, Sundiata Keïta, la adaptara como ley en el siglo XIII.
“Toda vida humana es una vida… una vida no es mejor que otra vida.
“Hombre como individuo, hecho de hueso y carne, médula y nervios, cubierto de pelo y cabello, se nutre de alimentos y bebidas. Pero su alma, su espíritu vive de tres cosas:
“– Ver lo que quiere ver,
“– Decir lo que quiere decir.
“– Y hacer lo que quiere hacer.”
La traducción no es mía, no hablo mandinga, y como esto se transmitió por tradición oral debe tener imprecisiones y anacronismos, pero la idea fundamental está clara. Y más claro que en el núcleo mínimo de la sociedad es donde se descubren, entienden y transmiten estos principios que deben permanecer inmutables. En la medida que la sociedad gana en complejidad, esos principios adquieren facetas de caleidoscopio. Así diseccionamos a la humanidad para darle a cada grupo su comunión de Derechos Humanos, o bien, darle una “hostia” en sus Derechos Humanos.
Hablando Derechos Humanos y de esos misterios religiosos de la hostia, en El Salvador, el mesías millenial que gobierna ese país con el permiso de un congreso afín en su mayoría, arreó contra las pandillas que asolaban a los salvadoreños. “¡Ni un grano de arroz!”, para los más de 6 mil pandilleros capturados si los más de 60 mil que siguen libres se atreve a vengarse. Por lo pronto los detenidos, asesinos directos o indirectos, están deliberadamente hacinados, sin visitas ni llamadas, sin salir al patio, en penumbras, dos comidas al día y más miserables que frugales, con sólo un calzón por uniforme, sin camas ni instrumentos de higiene, ¡nada de nada! De paso, por ley y con amenaza de cárcel, calla cualquier tipo de mención que, bajo el criterio presidencial, favorezca a las pandillas. Muchos salvadoreños están felices; algunos ya no pagan extorsiones, ya no reciben amenazas, ya no los matan, violan, secuestran o golpean. Sí, pero…
En otro ámbito, en la Asamblea de las Naciones Unidas expulsaron a Rusia de la Comisión de Derechos Humanos. No hay que decir quiénes fueron los principales promotores y que la iniciativa fue de Estados Unidos. Sí hay qué decir que la Rusia de Putin (que no es socialista sino muy capitalista), tiene una larga historia sobre atentar contra los Derechos Humanos. Su “enemigo”, Ucrania, tampoco es una perita en dulce, más bien una perita sangrienta. ¿Estados Unidos? ¡Pero si se la ha pasado en guerra durante décadas!, en otros países, claro. ¿La Unión Europea? Que les pregunten a los migrantes que no son güeritos ni cristianos. La plana completa de países del Consejo de Derechos Humanos de la ONU arrastra una larga lista de pecados contra los Derechos Humanos que ni San Agustín en sus tiempos de pachanguero pagano hubiera imaginado que podían cometerse. Sacar a Rusia de ese club de pecadores no ayuda a que mejore, porque estar dentro no ayudó a Rusia…, ni ayuda a los que siguen dentro. ¿O es que cada país tiene la libertad de interpretar los Derechos Humanos de sus ciudadanos a su manera y meter en otra horma a los Derechos Humanos en otros países?
Lo vemos aquí mismo, en Nuevo León, con la reciente desaparición de una joven; una de las tantas desapariciones que se reportan a diario y donde aunque también se han reportado hombres, siguen siendo mayormente de mujeres. ¿Y la ley seca (de agua) que padecemos?, donde descubrimos de pronto que la gente depende más de las reservas en presas mientras que durante años, empresas y particulares, han estado felizmente ordeñando el subsuelo. No digamos nada de la nueva Nueva Constitución, que parece querer aprobarse con sospechosa rapidez. O el galimatías del proyecto cultural anunciado casualmente cuando todo indica que se intenta nulificar a la comunidad artística y cultural ya organizada desde hace años. ¿Cultura para todos? ¿Neta? ¿Alguien le ha dicho al gabinete estatal y al gobernador García que el arte lo hacen los artistas y la cultura la hacemos todos? Porque no creo que siquiera sepan diferenciar eso. Total, que los Derechos Humanos son algo tan incomprensible para el individuo porque la colectividad, y sobre todo la oficialidad, lo complican cada vez más de acuerdo a convencionalismos y trampas.
Regresando al canto de los viejos cazadores, ellos dijeron:
“los cazadores declaran:
“– Cada uno dispone de su libertad y de su personalidad
“– Cada uno es libre de actuar,
“– Cada uno dispone de los frutos de su trabajo,
“Este es el juramento del Manden (mandinga).”
Si primero no se garantiza eso al individuo, el camino hacia los Derechos Humanos en la sociedad seguirá siendo como hasta la fecha: un verdadero laberinto con una sola salida, bastante triste y hasta veces trágica, por cierto.
PD: Yo no puedo, porque mi credencial del INE está estropeada. Pero los que puedan, vayan a votar. Es posible que sea una trampa más de la democracia chapucera mexicana. Sí, pero que por lo menos nos quede el consuelo de que nosotros seamos quienes elijamos la ratonera. No los medios, los tribunales electorales, ni el INE, como sucede en las elecciones regulares.