Por Félix Cortés Camarillo
Pablo Gómez es un izquierdista profesional: toda su vida ha vivido de ser izquierdista, y vive actualmente sus seis años de gracia mayor en un gobierno que ha sido explícitamente generoso con todos aquellos que –aún y cuando carezcan del diez por ciento de los elementales conocimientos que se requieran para el desempeño de un puesto público– aporten el 90 de su fe ciega y disciplina ovina. El problema, para este tipo de seres, es que esa ecuación suele conducir a los implicados a extremos de ignominia y vileza. Ya no se diga del ridículo.
Desde su poderoso puesto al frente de la UIF, que quiere decir unidad de inteligencia financiera y es una dependencia todopoderosa de la Secretaría de Hacienda, el señor Gómez amenazó, luego del resultado del ejercicio de la Revocación de Mandato el otro día, con la posibilidad de que se ejerciera algún tipo de sanción en contra de quienes no nos presentamos a depositar nuestro voto en las urnas para ello dispuestas. Citando mañosamente la Constitución, en su articulado y su esencia, don Pablito dice que nos puede castigar, cosa que naturalmente corresponde a la UIF. Esa unidad, de cuya inteligencia hay serias dudas, fue creada para combatir el lavado de dinero y el apoyo con dinero al terrorismo; en sentido más amplio las operaciones con fondos de procedencia ilícita. Con mi abstención en la farsa del otro domingo no me siento lavando dinero ni financiando a terrorista alguno.
Es que de eso no se trata. La dependencia que maneja el señor Gómez es para asustar a los opositores del gobierno y a sus críticos para que mitiguen sus críticas y dobleguen sus acciones. A todo coste y por cualquier camino.
Cuando escribo estas líneas es imposible predecir el curso de la sesión de la Cámara de Diputados en la discusión de la ley de energéticos que el presidente López quería ver aprobada sin tocar una coma; es probable, posible y deseable que sin mayor ni engorroso trámite sea desechada para iniciar un lento proceso de reformulación buscando un nuevo texto que sea aprobada por la endeble y desunida oposición en el Congreso.
Pero ese tampoco es el objetivo principal de la ofensiva del presidente López . En este preciso momento su plan B, que es la modificación de la Ley Minera para asegurar en el papel que la extracción y el procesamiento del litio se exclusiva de México, lo cual ya está en la Constitución, es un texto ya redactado, revisado y firmado por Andrés Manuel, que de inmediato enviará al Congreso. Pero no es por ahí.
El objetivo principal de esta administración es el aniquilamiento del actual Instituto Nacional Electoral que, con todos sus defectos indiscutibles, es el único refugio que le queda a la nueva y debilitada democracia mexicana para no ser destruida por la autocracia frenética. No se trata solamente de mandar a su casa a Lorenzo Córdova –que no hace digno honor a su padre– y a Ciro Murayama. Se trata de crear un nuevo organismo, centralizado y sin autonomía, que organice, realice y contabilice todas las elecciones del país a gusto del huésped de Palacio Nacional y de la Secretaría de Gobernación.
Exactamente lo que teníamos antes. La cuarta simulación quiere volver al mundo del viejo PRI.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Las herramientas nuevas de comunicación, como el Whatsap y el Twitter juegan chueco a los que tenemos los dedos gruesos y nos llevan a faltas de ortografía a veces. No es el caso del orgulloso neo morenista diputado Carlos Miguel Aysa Damas quien anuncia “lealtad total a lópez obrador. Soy otro ciervo de la nación”. No quiso decir Siervo, como Morelos, sino ciervo. Esto es un cuadrúpedo silvestre. Felicidades.
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