Por Carlos Chavarría
No estamos diseñados para vivir en la incertidumbre a pesar de ser una constante y de ahí nuestros ancestrales esfuerzos por mejorar la cohesión y la convivencia.
Los tiempos de ahora, sin embargo, de tan poca claridad a pesar de la abundancia de ruido informativo, nos obligan a conocer, reflexionar y en general vivir en el signo característico que nos acompaña, el de la incertidumbre.
En nuestra sociedad pareciera que todo lo dábamos por cierto y resuelto. Cuando el mundo atraviesa por un periodo en el que nadie sabe con precisión qué nuevos modelos de convivencia resultarán, nosotros pensamos que nada nos afectará y dedicamos nuestra energía creativa colectiva en interpretar lo que quieren el presidente y los grupos que se le oponen per se.
Es cierto que poco abona a esa convivencia, una agenda discursiva que insiste en dividir, categorizar y condenar toda fuente de crítica.
La Presidencia de nuestro país se ha dedicado más o menos a seguir su propuesta para la administración aunque sin consensuar todos los agregados que le han causado temores diversos a la sociedad que bien se cuidan de no aclarar los funcionarios a cargo, como tampoco los frentes de oposición al oficialismo.
El ejemplo más simple acaba de darse. Ya pasó la estridencia de la votación en el Congreso de la llamada “contra reforma energética” con los resultados ya conocidos, pero el problema subsiste. La CFE está en quiebra y su condición tiende a complicarse si no se hace “algo” que le permita cumplir su papel de equilibrador del mercado eléctrico.
No es tan simple como entregar todo el abasto eléctrico a capitales privados diversos, como no lo fue revivir el monopolio gubernamental en CFE. Todas las inversiones nuevas en este tema y otros están, si no detenidas, al menos con un ritmo bastante menor al que requiere México.
Ningún frente político aporta alguna idea de qué sigue en este y otros temas y la incertidumbre se amplia.
El Consenso de Washington tomado como objetivo central de las reformas obligadas que sacaron al mundo del marasmo recesivo de los años 80´s, ya se agotó y hasta el momento y fuera de la globalización del comercio y del libre flujo de capitales, no se ve por ningún lado la fuente de negociación ni el contenido de alguna propuesta que le permita a nuestro mundo salir del hoyo y progresar de nuevo.
En el mismo orden de ideas, ya se vende y consume mariguana por todas partes y no se ve que bajen las tendencias de crecimiento de la criminalidad que se asociaban con el mercado negro de estupefacientes y todos su nefastos residuos.
Continua siendo muy rentable delinquir en México y fuera de los típicos anuncios de inútiles programas para contener algunos casos que tomaron relevancia pública, nadie parece saber hasta donde llegara la situación de inseguridad.
A pesar de los números muy desalentadores respecto a los resultados de la gestión pública, todos hacemos como si ya estuviéramos en camino de mejorar, pero la verdad es que no es así y la incertidumbre crece.
Tener al frente de lo que nos afecta a todos, a buenos políticos, muy avezados en los intríngulis de la maraña de prácticas y reglas en que hemos convertido el poder público, así como a un grupo de burócratas bien intencionados pero atrincherados en prácticas de gobierno anquilosadas y diletantes, ya no bastan para atajar los efectos de movernos en las tendencias inciertas que otros diseñan y agendan y de las que somos en lo básico ignorantes y por eso las seguimos.
Si queremos sobrevivir y mejorar el estado de las cosas es imprescindible aprender a gestionar dentro de la incertidumbre y el primer paso es construir una nueva visión de futuro que sea alcanzable a partir de nuestras debilidades y fortalezas actuales, y que además sea compatible y deje el espacio que le corresponde a la naturaleza que al final no somos más que invitados de ella sobre una gran roca que recorre el universo que aun no comprendemos.
La reflexión profunda y el pensamiento crítico, son las mejores fuentes que nos pueden servir para hacer la revolución creativa que debe empezar por reconocer lo que nos mantiene en el estancamiento, entre los cuales destacan el maniqueísmo y una metafísica conveniente que le resta efectividad al marco de ideales y valores que suponemos como inamovibles y bastión de la convivencia.
El modelo de gobernación de México y del mundo habrá de evolucionar de uno estructurado por el patriarcado y la sujeción al ciclo consumista , por otro que privilegie la dispersión e internalización del conocimiento para todos los seres humanos, en sustitución de la digitalización colonialista que pretende exportar interpretaciones inútiles y traducciones deformadas de todos los temas que toca.