Por Francisco Tijerina Elguezabal
“El infierno está todo en esta palabra: soledad.” // Victor Hugo
Han pasado poco más de cien días y ya nadie los recuerda, ya no existen.
Hace casi cuatro meses 172 personas que vivían en un predio irregular conocido como “El Pozo” en la colonia Valles de San Bernabé, despertaron en la madrugada mientras sus tejabanes se consumían en un incendio que en cuestión de minutos acabó con todo.
Al día siguiente la metrópoli entera se estremeció con las historias de esas familias que, de vivir con poco, terminaron en la nada, en medio de un inclemente frío, en un inicio de año desesperanzador.
La primera noche tras el siniestro los afectados recibieron la visita del Gobernador y su esposa de quienes recibieron la promesa inmediata de ayuda y al día siguiente al mediodía les llevó pollos para comer; políticos y ONG’s se acercaron con donativos acompañados de su respectiva foto, porque “sin foto no vale” y poco después también hizo acto de presencia el alcalde regiomontano para ofrecer lo mismo que todos, apoyo, ayuda, reubicación.
Cuatro meses después las cosas siguen igual en “El Pozo”. La ayuda de las primeras semanas se ha ido diluyendo desde el final de enero y ahora ni quien pregunte por ellos, ni quien se acerque y mucho menos ayude, les prometieron darles casas abandonadas del Infonavit, pero la última noticia que dio Eugenio Montiel, encargado de temas de vivienda del gobierno de Nuevo León, fue el 5 de marzo, es decir, en pocos días se cumplirán dos meses.
Lo que en su momento fue el centro de atención de la zona conurbada, pronto fue desplazado por otros sucesos que llenaron la agenda y así de ser noticia de titulares y ocho columnas pasaron a interiores y un simple “breve” y después al olvido, porque ya estaba ahí el niño que Samuel y Mariana sacaron del DIF para llevarse a su casa un fin de semana, o porque todos discutían si era viable el que los Tigres tuviesen un nuevo estadio.
Y mientras los damnificados de “El Pozo” seguían sin sus tejabanes, sin enseres, sin comida, con algunas cosas que les regalaron y rehaciendo su vida con lo que iban consiguiendo, la insensible masa estaba centrada en comentar la aprehensión de “El Bronco” y su ingreso a la cárcel.
Después vino la falta de agua, la sequía en las presas, los cortes de suministro, las compras de pánico de tinacos, cubetas, tinas y palanganas, cualquier cosa para recolectar el vital líquido y afrontar la emergencia, mientras que los damnificados continuaban igual.
Al poco tiempo el incendio en la Sierra de Santiago acaparó el centro de atención y los intensos calores que provocaban que baldíos y terrenos abandonados, además de fábricas y otros sitios se viesen envueltos en el fuego y cual equipo llanero de futbol soccer, nuestros gobernantes y políticos corrieron todos en macolla, más a estorbar que a ayudar de verdad.
El listado de “prioridades” se cierra con la desaparición y muerte de Debanhi Escobar, caso que captó la atención a nivel local y nacional y del que lastimosamente seguimos viendo nuevas noticias cada día.
Sin embargo los habitantes de “El Pozo” siguen ahí, olvidados, sin sus casas, sin ayuda, sin apoyo, con millones de promesas que no los cubren del frío ni protegen del calor, que no les resuelven la vida ni les arreglan un carajo, con esos discursos que se llevó el viento y que, como sus moradas, terminaron en cenizas.