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Por Félix Cortés Camarillo

Como suele suceder con algunos episodios célebres mexicanos, la batalla del cinco de mayo de 1862 en Puebla está rodeada de contradicciones y acertijos. Ignacio Zaragoza Seguín, el comandante de las fuerzas mexicanas que derrotaron con ayuda de los indios Zacapoaxtlas y sus machetes al mejor ejército del mundo de entonces, había nacido en Presidio de Bahía del Espíritu Santo -cerca de Corpus Christi- en 1829 cuando Texas pertenecía todavía a México, cosa que dejó de ser cierta cuando el muchacho tenía cinco años. 

Los invasores venían de Veracruz rumbo a la capital bajo las órdenes del Conde Lorencez, quien antes del enfrentamiento se sentía muy salsa y así lo dejó por escrito para que le informaran a Napoleón Tercero, tenían como misión obligar a Juárez al pago de la deuda externa del país en lo que nos contaron como la Guerra de los Pasteles. Pero eso ya se los contará el presidente López en la mañanera cuando le gusta distorsionar la historia.

Por angas o por mangas, Zaragoza fue el único comandante militar mexicano en la historia que pudo enviar a su jefe supremo -de quien era antes de ir a Puebla Ministro de Guerra- un breve parte militar que iniciaba diciendo “las armas nacionales se han cubierto de gloria”.  

Todo eso ya nos lo dijeron y se celebra hoy, día cinco. No se menciona que los franceses se retiraron, se apertrecharon, regresaron, vencieron a los mexicanos, y meses más tarde tomaron Chapultepec y la Ciudad de México, e instauraron el Segundo Imperio, con el ingenuo y bien intencionado Max a la cabeza, mientras el hijo de José María Morelos le rendía pleitesía servil.

En los Estados Unidos, la percepción generalizada es que el sincodemaio es la principal fiesta patria en nuestro país. Se enciente por la ascendencia texana de Zaragoza, pero históricamente debe ponerse en contexto que la derrota francesa gustó mucho en Washington porque se las olían que Napoleón quería hacer de México una cabeza de playa para retomar la Luisiana y la nueva Orléans como colonias de Francia, que en esos días andaban peleando la guerra de norte contra sur defendiendo sus privilegios como esclavistas. Toma chango tu banana, debió haber dicho Abraham Lincoln cuando se enteró de Loreto y Guadalupe.

Sea como fuere, hoy es el día de los mexicanos en Norteamérica; de hecho y por adopción, es una mayor fiesta de la Hispanidad como tuvieron que cambiarle al Columbus Day en el doce de octubre, mojigatos ellos predecesores de la cuarta simulación. La gastronomía, los bailes, el orgullo étnico y los tragos sacan sus mejores garritas. Al grado de que en la Casa Blanca tradicionalmente hay una fiesta de coqueteo con los hispanos por parte del presidente en turno. Trump no cuenta.

Doña Beatriz Gutiérrez Müller de López Obrador está en la lista de invitados de la señora Biden en primerísimo lugar para esa fiesta; su marido -el de doña Beatriz- lo confirmó el otro día y nos dijo que la primera dama le alcanzaría en su gira por Centroamérica y Cuba a la altura de Honduras. 

A mí nunca me han invitado a esa fiesta. Hoy sí me gustaría estar para ver quién hace el más notorio de los entripados.

PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): No lo dijo con esas palabras, pero Marcelo Ebrard fue a decir a Washington que cuando el presidente López afirmaba al inicio de la ola migratoria centroamericana que los braceros podían circular libremente por el territorio de México, no lo decía en serio.

‎felixcortescama@josejaimeruiz

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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