Por Félix Cortés Camarillo
Pocas dudas existen, entre los seguidores o simpatizantes del presidente López o sus diversos adversarios, en que la degradación de la imagen del presidente de México ha sido aplastante durante los últimos años. Los mexicanos veníamos de una tradición del Tlatoani fiero y cabrón, como Díaz Ordaz, Echeverría, Carlos Salinas o López Portillo, que encarnaban las virtudes del macho mexicano que todos llevamos dentro.
Súbitamente esa tendencia se rompió a partir del asesinato de Lomas Taurinas; al quite llegó un burócrata de cuarta que, a diferencia de todos los que llegan a La Silla, solamente vio la posibilidad del enriquecimiento personal fácil, y de esa manera quebró al país. Siempre que me preguntan quién ha sido el mejor presidente de México digo Porfirio Díaz; si quieren saber cual es el peor, Ernesto Zedillo. Entre otras cosas, el primero hizo Ferrocarriles Nacionales de México. El segundo los regaló a Kansas Southern City. En donde es consejero.
La devaluación fue progresiva. Llegó un ratón vaquero sojuzgado por su mujer que aspiraba a sucederlo, un burócrata inepto y un galán de telenovelas en el peor miscasting que esta país ha sufrido.
Pero nunca, que yo recuerde, hemos llegado a que la figura presidencial reproduzca los personajes chuscos de la llamada época de oro del cine mexicano.
En la mañanera de ayer me enteré de cosas varias sobre el avión presidencial Morelos, que sigue en tierra en uno de los estacionamientos más caros del universo. Me dijo el presidente López que no tenemos de qué preocuparnos porque el costo del avión –él dijo que el avalúo más reciente era de 120 millones de dólares– ya se había cubierto con la rifa-no rifa de la que ya nadie se acuerda y que el presidente López quiere que se olvide.
Sin embargo, me entero que ahí sigue el avión y que no hay cliente.
Bueno, el presidente López dijo ayer que el avión presidencial de Argentina ya cumplió su “ciclo de vida” y que el presidente de allá necesita otro. El presidente López, en el papel de Joaquín Pardavé en «El paisano Jalil» se lo ofreció al presidente Fernández, el de la Casa Rosada. El de allá le dijo que sólo tenía 30 millones de dólares para comprar una aeronave tasada en 120 millones. El baisano López Obrador le dijo, en la mecánica clásica de La Merced, que lo iba a considerar. A los mexicanos nos dijo ayer que estaba pensando aceptar los 30 millones como enganche y luego el pago en abonos. “Puede ser en especie”, abundó.
Yo adoro al personaje de Pardavé y nada tengo en contra de los aboneros. En mi niñez llegaban a la vecindad de la calle de Juárez norte 728 con un bonche de telas al hombro izquierdo y una tarjeta de cobros en la mano derecha. En un tiempo, yo trabajé así.
Claro, yo no soy presidente de México.
PILÓN PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Samuelito García, que cobra por gobernar Nuevo León, dice ahora que las mentadas de madre por su incompetencia se las deben dirigir al Bronco, su antecesor en el cargo. Si no hay agua, la culpa es de la federación y del Bronco. Si no hay luz, la culpa de la CFE y del Bronco. Podemos seguir: los baches son culpa del Bronco, al igual que el mal transporte público, el metro corrupto, la inseguridad en las calles, la estupidez de sus mensajes en redes sociales. Todo es culpa del Bronco. Me suela igual que al presidente López, que no ha solucionado uno solo de los males mayores de los mexicanos, y que a tres años de mandato sigue atribuyendo a los gobernantes anteriores todas las culpas.
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