Por José Francisco Villarreal
¡Otro verano empieza! Aunque coincida con las “vacaciones largas” en escuelas, para Nuevo León no es tan feliz ni tan festivo. Sentado en el quicio del otoño, Roberto Jordán cantó al verano. Su “Amor de verano” o “de estudiante”, es un clásico, no sé si también un cover, como otros éxitos de la época. El eminente maestro Genaro Saúl Reyes, sabio sin gafete, podría dar más señas de esta canción. Yo ni tuve ni quiero tener amores de verano. ¿Pasiones? Mi temperatura corporal siempre fue oportunista, al margen de los solsticios y los equinoccios. ¿Amor? ¡A la llave del fregadero! Vigía sobre los cortes de agua más eficiente que la alarma sísmica de CDMX. Que al fin el verano en estas tierras significa más calor, menos agua, sangría de la economía familiar por tarifas eléctricas, y un consumo bestial de cerveza, esa sí, ¡cueste lo que cueste!
Una señora, en la tienda, vocifera contra el mocoso emberrinchado que insiste en abrir un refresco. “¡Tengo mucha sed!”, grita el chamaco. “¡Espérate a que la pague!”, grita la señora. Yo, metiche, le digo al niño: “¿Tienes sed? Pero eso no es agua”. El niño se calma, me mira, mira a la mamá, y vuelve a su libreto de marrano atorado. La señora me dice: “Déjelo. Si en la casa tenemos agua de garrafón que ya mero cuesta igual que la coca, pero así es de gorroso”. Dicen que la palabra “berrinche” se originó al comparar los chillidos de los niños con los de los verracos. Ese niño es la prueba de que así fue. Toda el área metropolitana de Monterrey es un berrinche coreado que inició con gritos y puede acabar en pataletas o patadas. Por la misma razón que el niño: ¡tienen sed! De la buena y de la mala.
La situación es crítica, y no se ve solución a corto plazo más que un eventual diluvio. Si bien hay muchas crisis que se le acumulan al inexperto gobernador, esta hídrica es la que más le está causando problemas. Si alguna vez suspiró por una candidatura presidencial, ya puede irse olvidando de ella, y de instalar a su señora esposa en una curul senatorial. En otras circunstancias, el truco de crear un problema y sacarse de la manga una solución, pudo encandilar al respetable público. En esta ni hay solución viable, ni la gente se la creería, y hay demasiados frentes abiertos. La nave del gobernador no se hunde porque ni siquiera hay agua en donde ponerla a flotar.
Lo más absurdo de todo esto es que la carencia de agua no es su culpa. Es una herencia maldita que iba a tocarle a cualquiera que gobernase. Su culpa está en su incapacidad para manejar la crisis, y para seleccionar a su equipo de gobierno. Nadie nace experto, el estudio ayuda, pero no hay licenciaturas en todología. Hasta el gobernante más tonto sabe que debe rodearse de ayudantes capaces. La autosuficiencia alardeada en campañas es sólo una puesta en escena y los planes de gobierno son sólo papel y tinta. La incompetencia del gobernador ¿pone en riesgo a los ciudadanos? No creo. No más que en otro gobierno anterior o hipotético. Ni si quiera pone en riesgo el futuro político o laboral de su destartalado equipo. Pone en riesgo el futuro político del joven Samuel, eso sí. Esa es la carroña sobre la que ya están aleteando las auras pelonas.
Yo no sé si la revocación del mandato de Samuel García sea una buena idea, ni si deba homologarse nuestra constitución con la federal para poder juzgarlo. Me inclino a pensar que no es conveniente. Eso pretende la oposición local contra el gobernador. Los legisladores que promueven esto con tanta urgencia como para interrumpir sus sagradas vacaciones, están utilizando el descontento popular para hacer sus prestidigitaciones populistas. Les urge ahora porque, acertadamente, pero con mal “timing” político, el gobernador exhibe y persigue presuntas corruptelas. Esas que todos los ciudadanos asumimos resignadamente como ciertas, inevitables e impunes. Yo estaría de acuerdo con que se aplique la revocación de mandato y se elimine el fuero, pero no sólo para el gobernador, ¡también y con mucha más razón para los legisladores! Sería más sencillo y barato que los ciudadanos de un distrito voten para sacar del juego político a la planilla que eligieron y los defraudó. Sí a la revocación, sí a eliminar fueros. ¡Sí!, pero no en este momento. La gobernabilidad pende de un hilo muy delgado, y los objetivos de los legisladores son diferentes a los del pueblo… más que de costumbre. Ellos enfrentan denuncias. Que las resuelvan por las vías legales, no aprovechando el justo descontento de la gente, ni usando los recursos y facultades que les otorga su investidura. Eso es cobarde y mezquino.
Los ciudadanos debemos entender que la pugna de los legisladores locales y el gobernador es un asunto entre ellos, que no debemos sumarnos sólo por estar emberrinchados y sedientos. El gobernador tiene razón en perseguir la corrupción en los partidos y administraciones públicas, pero debe incluir a su partido y a su administración. Los legisladores tienen razón al querer eliminar el blindaje del gobernador para correrlo o juzgarlo, pero deben incluirse ellos mismos. El daño que causa un gobierno puede enmendarse eventualmente; el que causan legisladores lo plasman en leyes, y eso no es fácil de enmendar y siempre deja cicatriz. No. El despioje entre políticos no es nuestra bronca prioritaria. Si de algo estamos hartos los ciudadanos es que la política sea garantía de impunidad. Y lo que de veras encabrona es que nos usen además como pretexto. Eso sólo está incrementando nuestra sed de la mala pero justa, de la que no se sacia con agua ni con unas cervezas, sino con las leyes castigando a los pillos, no amparándolos.