Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Las virtudes que se ostentan son vanas y falsas virtudes”
Jacques Benigne Bossuet
Tratar de anticipar escenarios con respecto a las elecciones de 2024 en cualquiera de los niveles de gobierno en nuestro país es simplemente perder el tiempo.
A punto de arrancar el tercer tercio del 2022, la política en México se ubica en un lugar complicadísimo ante la carencia de partidos, de proyectos, de propuestas y sobre todo, de líderes.
Más que las propuestas y los grandes ideales, la política en México requiere de personajes con carisma y arrastre y aunque ha pasado mucho tiempo los partidos no han podido construirlos, porque los ídolos no nacen, se hacen.
Ni siquiera Morena, el partido del presidente, tiene a un dirigente el tamaño suficiente como para asegurar que tienen ganada la próxima elección presidencial; sí, sus precandidatos tienen mayor nivel de conocimiento, pero eso no significa necesariamente votos y al estar expuestos al escrutinio público se vuelven vulnerables.
Por lo anterior es que ves a dirigentes nacionales de todos los partidos deambular por el territorio nacional con una cantaleta que ni ellos se creen: vamos a ganar, vamos a arrasar, van a morder el polvo.
No tienen candidatos y ya se dicen ganadores, no tienen propuesta y ya proclaman triunfos. Están vacíos y creen que hacer política es decir mentiras en un micrófono ante un auditorio; creen que repetirlas una y otra vez las convertirá en verdad, confundiendo sus deseos con sus posibilidades.
Lo peor es que pierden irremediablemente el tiempo, ese tiempo que deberían dedicar a construir su futuro, si es que de verdad pretenden hacer algo, porque si lo que buscan es perder, están haciéndolo todo perfectamente bien.
Están vacíos, y lo saben.