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Por José Francisco Villarreal

Empecé a leer un libro sobre Economía. Como usufructuario del miserable sistema oficial de pensiones, debo aprender rápidamente lo que no aprendí durante toda mi vida. Me ganchó el título, “El rey del cash”. Justo lo que necesito para gobernar el monedero y mi imperio de morralla, porque usar cartera ya no tiene sentido, y todo apunta a que en el 2023 hasta los monederos empezarán a enfermar de obsolescencia. Entresaqué líneas de la introducción, porque vi que sólo se trataba de darle credibilidad a la autora. Además, los hechos que consigna, unos ciertos y otros falsos, no son novedad y han estado fluyendo en columnas, calumnias, y redes sociales (síntesis de ambas) durante varios años. Los calificativos, sugeridos o expresos, positivos o negativos, los ignoré. Como deben ignorarse siempre que se pretenda analizar información. Todavía puedo digerirla sin necesidad de que me la procesen y me la administren como papilla para bebé.

Pasé rápidamente la introducción, antes de que me intentara introducir más cosas… ¡ejem!, ideas. Mi raciocinio no es tan virginal, pero prefiero que sea preñado por consignas sociales, no políticas. Así que fui directamente al texto de la autora, con la ilusión de saber cómo imponer orden en mi monedero, porque ya pesa más de lo que vale. Apenas en el primer párrafo veo que la autora anuncia una historia “dramática, trágica, llena de traiciones políticas, ambiciones personales, infidelidades, abusos laborales, corrupción y autoritarismo”. Esto me abrió los ojos. No se trataba de un libro de Economía para “dummies”. Estaba frente a un testimonio. Aunque la introducción ya anunciaba el sentido del texto, la descripción hecha por la autora era tan genérica que igual podía tratarse de la historia de cualquier partido político, cámara empresarial, gremio sindical, legislatura, magistratura, régimen federal, o gobiernos estatales o municipales. Así que mi lectura terminó en la página 21, primer párrafo. Entonces opté por desempolvar mi viejo libro de Álgebra de Baldor. Será mucho más útil repasar esta joya, especialmente en lo que se refiere a manejo de facciones… ¡perdón!, quise decir fracciones. Lo que en buen cristiano llamamos “feria”, y en los bautizos “bolo”.

No es que desprecie este acto de contrición de una mujer que, así fuera involuntariamente, se vio inmiscuida alguna vez en aquello que denuncia. Tampoco creo mucho en el “omerta”, porque el código de silencio en política no existe, no hay “honor” en política, es sólo un mecanismo que se construye con complicidades. Por desgracia es un mecanismo tan complejo que debe ajustarse y ampliarse cada vez más. Tanto, que acabó embarrándonos a todos: a unos por ignorancia, a otros por conveniencia, a otros por ambición, y a otros más por desidia. Qué bien que a alguien se le ocurrió romper SU propio omerta y exponer lo que sabe. Advirtiendo que saber no incluye suponer.

No creo necesario desearle suerte a la autora. Su libro tiene el éxito asegurado. Sobrará quién esté dispuesto a aportar “cash” para aumentar el tiraje y asegurar la distribución. También la publicidad está garantizada: notas, reportajes, entrevistas, comentarios, reseñas, opiniones, extractos, resúmenes… ¡Gratis!, o con un mínimo de inversión.

Un libro que, por lo que se advierte en ese primer párrafo, es más oportuno que contrito. ¡Cómo quisiera expiar mis muchas culpas con tan buena fortuna!

Esta declaración que, insisto, en el primer párrafo anuncia terribles actos perpetrados por políticos, hace mucho ruido. El mismo ruido ensordecedor que hacen todas las acusaciones mediatizadas. Ruido sin consecuencias judiciales, sólo políticas y electorales. Utilidad y pragmatismo, no certeza. Si la autora está tan indignada por haber estado involuntariamente en medio de todo eso, escribir un libro no expía culpas, ni las castiga debidamente. No es valiente sino vulgar escandalizar desde cualquier tribuna, ahí está Lilly Téllez como botón de muestra. Valentía es llevar los hechos a una instancia jurídica, nacional o internacional. Luego no quitar el dedo del renglón, pero no en las líneas de un libro ampliamente comercializado sino en un expediente judicial. ¡Esa sí es valentía! Por ahora, el libro promete ser mucho más que “cash to cash”, porque las ganancias van más allá del efectivo físico por el libro-objeto. Para la autora en efectivo, y para muchos otros como instrumento porque asumirán ese libro como hechos no verosímiles sino verdaderos. Para la gran mayoría de los mexicanos, ese tipo de cosas exhibidas sin el rigor impecable de las leyes, nos puede perturbar, pero de ninguna manera nos beneficia.

Hace poco, el maestro Bernardo Bátiz publicó un cartón (caricatura) entre pesimista y divertido. En resumen, en el texto se asegura que no es que la gente ya no lea libros, es que ahora a todo mundo le da por escribirlos.

PD: No voy a ignorar el libro en cuestión para siempre. Lo leeré con mucho interés y, entonces sí, sin prejuicios, cuando forme parte de un expediente judicial y uno o más procesos contra los ahí denunciados. Por ahora, sólo me ahorro el aburrimiento y evito sumar prejuicios ajenos a los prejuicios crónicos que ya padezco.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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