Por Francisco Tijerina Elguezabal
Y mientras en el nuevo Nuevo León nos enjaretan un Metro elevado cuya única modernidad es ser construido bajo el viejo esquema de monorriel o nos venden como la gran solución al transporte es comprar 800 camiones de los cuales sólo han llegado 30 y nadie sabe cómo los van a operar, en otros lugares del mundo las cosas son distintas.
Recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) ha publicado el libro “Impulsando la transformación digital del transporte en América Latina y el Caribe”, un trabajo escrito por Agustina Calatayud, Raúl Katz y Alex Riobó, que aborda desde una perspectiva integral la situación que priva en la actualidad y hacia dónde debemos dirigir nuestros pasos.
Y mientras en el nuevo Nuevo León siguen empeñados en hacer el Metro por arriba por la simple razón de que sale más barato, aunque con ello no sólo perjudiquen a los vecinos sino que además colapsen la ya de por sí trastocada vida de cientos de miles de personas, en otras partes van a pasos luz de nuestra triste y muy pobre, paupérrima diría yo, realidad.
Allá no hablan de tarifas por kilómetro recorrido, se refieren al sector transporte que abarca diferentes modos y procesos, que permiten el desplazamiento de personas y mercancías entre diferentes puntos geográficos. En el contexto de la Cuarta Revolución Industrial, -dicen los autores- el transporte está atravesando por un profundo proceso de transformación, no visto desde la invención del automóvil o del avión (Calatayud & Muñoz, 2020). A este proceso se refieren con el término de transformación digital, el cual debe ser entendido más allá de la mera adopción de tecnología para automatizar procesos y reducir costos, sino como una verdadera discontinuidad tecnológica que genera un cambio fundamental en los modelos de negocio y las funciones del sector.
“Un primer impacto de esta discontinuidad es la generación de un cambio en la proposición de valor a partir de, por ejemplo, comprender mejor el comportamiento y las necesidades de los usuarios mediante el uso de herramientas de ‘data science’. Un segundo efecto disruptivo de la transformación digital es el de facilitar la desintermediación entre proveedores de servicios de transporte y sus respectivos clientes. Así, la digitalización permite eliminar etapas, virtualizándolas, facilitando una integración más eficiente de operaciones y ofreciendo una mejor calidad en los servicios. F
inalmente, un tercer efecto de la transformación digital es la creación de nuevos productos y servicios: las tecnologías digitales permiten a las empresas desarrollar nuevos modelos de negocio, apalancando su presencia en mercados tradicionales del transporte o del sector tecnológico, así como el surgimiento de nuevas empresas de base tecnológica que proveen soluciones para el transporte (Calatayud et al., 2022). En este estudio, por lo tanto, nos referiremos a la transformación digital del transporte como: El proceso de integrar tecnologías digitales a todos los componentes de la cadena de valor del sector, lo que implica cambios no sólo tecnológicos sino también operacionales, organizativos, culturales y de propuesta de valor a la sociedad”.
Cuando observas estas propuestas y comparas con nuestro entorno, te queda una sensación de vacío que se transforma en una inmensa tristeza y una sensación de rabia e impotencia al aceptar que estos materiales están gratis en Internet y ni así son capaces de adoptarlos.
En el transporte público siguen pensando que transportan vacas.