Por Félix Cortés Camarillo
Por definición que ella misma da en su portal, la Secretaría de Gobernación “conduce las relaciones del Poder Ejecutivo Federal con los otros poderes de la Unión y los demás niveles de gobierno, para fomentar la convivencia armónica, la paz social y el desarrollo de los mexicanos”.
En lo que llama su misión dice que es “dar pasos firmes en la estabilidad social y política del país a través de relaciones con las diversas figuras que componen el Estado Mexicano”. Si consultamos su visión, nos enteramos que “el respeto al Estado de Derecho es la única vía que permite a los mexicanos vivir en armonía”.
Hasta aquí el discurso escrito. Conceptualmente, el secretario de Gobernación debe ser un armónico conciliador de todos los actores políticos del país. En la vida real y sin ir a minucias, los mexicanos sabemos que el secretario de Gobernación es, y ha sido siempre, el brazo ejecutor de las decisiones que en política interna toma el presidente de la República. Que no hay una sola acción o dicho del titular de esa dependencia que no haya sido dictada desde la silla presidencial. Y cuando actúe fuera de esa línea, le cuesta la chamba, como consta en hechos.
Si los dichos y actos de Adán Augusto López coinciden más con las líneas anteriores y no con lo que se define en la teoría, eso es simplemente porque este López es un excelente ejecutor del pensamiento y acción del otro López, el presidente. Lo que, en automático, le convierte en el as de la baraja que el presidente López tiene para su sucesión, digan lo que digan las encuestas.
Todo al ganador, dice la canción. Sacando a relucir su estirpe tabasqueña, don Adán Augusto se ha lanzado a la versión totonaca del Norte contra Sur, la guerra de secesión, afirmando -con otras palabras- que los sureños son huevones porque son más inteligentes que los norteños, que son trabajadores. Los inteligentes, afirma necesitan trabajar menos. No es el caso cuestionar el aserto, sino plantear la pregunta: ¿eso debe decir el administrador de la política interna de un país? ¿El encargado de buscar la armonía nacional? El pleito de ahora lo propició un gobernador inepto que piensa que la política la inventó un señor llamado Tik Tok. Pero es irrelevante; Don Adán, en su propia campaña, ya se lanzó contra todos los gobernadores que no sean de Morena. ¿Su trabajo es desacreditar a todo el que no piense igual?
Sí, pero aún hay más. Su jefe le instruyó convertirse en un activo de la campaña electoral de 2023 y 2024, cuya columna vertebral es precisamente la fractura de México. Que los norteños veamos a los del sureste como adversarios, reavivando una herida que no ha cicatrizado del todo: para que me entienda el presidente López, los campeones este año de la liga mexicana de béisbol, los Leones de Mérida, ondearon la bandera de la República de Yucatán, nacida en 1823, celebrando su triunfo. La llevan cosida a sus camisetas.
No nos hagamos tontos. Hay, por lo menos, dos Méxicos; si se quiere establecer una línea divisoria, pasaría tal vez por Aguascalientes. México norte, en donde la gente tuvo que vencer geografía adversa a base de trabajo. México sur, con trópico generoso que lo daba todo. Sumado el crónico desdén del Centro que nunca volteó a otro lugar que no fuera su propio ombligo, se entienden los desequilibrios en nuestro desigual desarrollo.
Desequilibrios que de ninguna manera deben fomentar la fragmentación que tanto gusta al presidente López: él nunca ha sido el presidente de todos los mexicanos. Él decidió ser el presidente del subdesarrollo, del rencor, de la venganza. Primero los pobres. Porque son muchos y sus votos se compran con tarjetas del bienestar. The winner takes it all.
Todo al ganador, en afán de permanencia, de continuidad. Exactamente como lo soñó cada priísta que se sentó en la silla presidencial, que según dicen que dijo Zapata, enloquece a las asentaderas de ocasión.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Yi Ping es el nuevo Zedong. China tiene líder único y absoluto para un buen rato. Así lo diseñó Mao desde la marcha de 1947. Y no es imposible que China marque el modelo económico que nos saque de la crisis en que estamos ahora y en la que el llamado neoliberalismo tampoco funciona. Hay que leer el New York Times de vez en cuando. Sin que sea la Biblia.
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