Por José Jaime Ruiz
En política las minorías se convierten en mayorías. En el caso Nuevo León puede verse con el ascenso del PAN al Poder Ejecutivo cuando ganó Fernando Canales. Años después, cuando el amasiato fructificó en el gobierno de Rodrigo Medina en una monstruosidad denominada PRIAN (precisamente el “prianato” se impuso y aún existe, aunque de otra manera), la oferta independiente de Jaime Rodríguez Calderón creó expectativas de cambio y, después, la minoría de Movimiento Ciudadano convirtió en mayoría de votos las falsas promesas de “Samuelito” García (Adán Augusto López dixit).
El sueño del gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda se está convirtiendo en pesadilla. Como señalo en columnas anteriores, no cumple sus acuerdos con el secretario de Gobernación ni con el PRIAN liderado por Zeferino Salgado y Francisco Cienfuegos (la Fiscalía para Adrián de la Garza, por ejemplo). Y es precisamente en la arena legislativa donde lo derrotan una y otra vez. Y es en el Congreso del Estado donde una minoría se convierte en mayoría; su representatividad, en contabilidad de votos no cuenta pero, esto es lo relevante, su representatividad tiene influencia social, política y mediática por su credibilidad. Aventuro una pregunta: ¿quién es, de la presente Legislatura, la diputada o el diputado más creíble? No hay osadía en mi respuesta: Waldo Fernández.
Experimentado en funciones ejecutivas y legislativas (ya fue diputado federal), Waldo combina la tribuna donde, una y otra y otra vez destroza a sus adversarios de MC, PAN y PRI, con un trabajo intenso de redes sociales con una penetración insólita para un diputado local y hasta federal, y también con un programa de acercamiento a la gente, al pueblo “bueno”, a los ciudadanos. En efecto, al hacer comunidad en las calles de la metrópoli y del área rural, Waldo provoca ciudadanía.
Los paradigmas cambiaron, quienes creen en las “dádivas”, en la gestoría como compra de votos, se equivocan, lo relevante hoy es provocar ciudadanía, lo que el presidente Andrés Manuel López Obrador bautizó como la “revolución de las conciencias”. Desde John Locke sabemos que el poder no es un objeto; no una posesión, una relación (Cfr. Carl J. Friedrich)
Cito a López Obrador para entender el nuevo paradigma de Morena, donde se inserta el trabajo de Waldo, es un extracto de la mañanera del 14 de octubre de 2022:
“A ver, ¿dónde está el de ellos?, ¿dónde está el proyecto de Claudio (X. González)? Que lo esboce, 20, 30, 40, 50, 100 puntos; pero no hay nada, todo es guerra sucia, espiar, manipular, pensar que la gente les va a hacer caso, que comprando o alquilando medios de información o comunicadores van a poder controlar a todos. Eso no, no funciona.
“Y lo otro, hay que trabajar, cuando se está en la oposición hay que trabajar más. Pero a estos ni siquiera les da el sol, traen un amarillo burócrata. Hay que visitar los municipios, hay que ir pueblo por pueblo, hay que estar haciendo recorridos a ras de tierra, hay que aflojarse en terracería”.
Como Morena es oposición en nuestro estado, el paradigma funciona: Hay que “morenizarse” la piel en los recorridos, agarrar color pueblo, quitarse el amarillo burócrata porque la verdadera política está en las calles, en las redes sociales sin bots y en la tribuna del Congreso del Estado. La política a oscuras, vampírica, de armario, de tenebra, ya no funciona. Y Waldo Fernández entiende a la perfección los nuevos paradigmas porque en Nuevo León el “dominio” político, desde los acuerdos en lo oscurito, no se ha institucionalizado. Vuelvo al principio, en la sociología del poder las minorías se vuelven mayorías.