Por Félix Cortés Camarillo
Debo decir de entrada que Lorenzo Córdova no es, ni con mucho, santo de mi devoción. Es coetáneo del hijo de mi hermano adoptivo, el pintor Guillermo Ceniceros, y creo que fueron amigos de infancia y juventud. Es hijo de un valioso político mexicano, el comunista Arnaldo, quien dejó fuerte impronta en la izquierda mexicana, cuando existía y era ejemplo de entrega y honestidad.
Sin embargo, el presidente del iNE que está siendo objeto de la más infame campaña del presidente López para que el inquilino de Palacio Nacional se haga del poder total al darle golpe de Estado a la más importante institución que la lucha por la democracia ha logrado en México, no merece la defensa a ultranza que muchos pensantes de nuestro país le están brindando.
La filtración que el Ejecutivo hábilmente soltó hace ya varios años de la grabación de una conversación telefónica imbécil soez y racista no se nos debe olvidar. Lorenzo Córdova no ha podido desmentirla ni desacreditarla.
En el proceso que el presidente López ha echado a andar es implacable. Desde luego que Andrés Manuel no quiere que desaparezca el INE: solamente pretende que el país entero retroceda cuarenta años en su historia electoral. Quiere modificar las leyes para que las elecciones, y sus preferidas consultas populares a mano alzada, sean organizadas desde la Secretaría de Gobernación siguiendo las instrucciones de la Presidencia de la República.
El ramalazo asestado a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, colocando a una incondicional del cuatroteísmo, cuyo único mérito es ser hermana de un guerrillero asesino desaparecido, es nada comparado con lo que el presidente López está tramando como su proeza mayor, el golpe de Estado.
En esa circunstancia, voces inteligentes de mexicanos pensantes han expresado su preocupación.
No es fácil defender al INE. Los mexicanos estamos hartos de los partidos políticos que dominan al Instituto. No queremos seguir patrocinando generosamente con el dinero público a unos connotados zánganos. En esta circunstancia, el doctor Córdova mandó a hacer una encuesta sobre la popularidad del INE, hace unas ocho semanas. No solamente fue una encuesta hecha con los pies: sus previsibles resultados no fueron inmediatamente publicados.
Yo nunca he sido partidario de las encuestas como medida sólida para conocer una realidad; son instrumentos de propaganda política cuando se saben hacer. Tú me dices cuál es el resultado que quieres y yo te diseño la encuesta que necesitas. E inmediatamente haces públicos sus resultados.
Pues resulta que la encuesta Córdova fue un faux pas de su generador y patrocinador. Si bien es cierto que la mayoría de los mexicanos tiene una buena impresión del INE, simultáneamente dice apoyar los dos silogismos básicos de la cuarta simulación en materia electoral: que los consejeros electorales sean electos “por el pueblo sabio” y que desaparezcan los representantes plurinominales. Ambas medidas garantizan, como garantizó por años la Comisión Federal Electoral, que despachaba presidida por el secretario de Gobernación, al partido en el poder. Entonces era el PRI, ahora es Morena. Estamos a merced de las mayorías relativas que Morena tiene actualmente. Después ya nos llevó la chingada.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): También a nivel local dependemos de los señores diputados. El presidente López exige la totalidad de los Congresos apoyando el papel de los militares en la seguridad. Los lacayos de 17 estados ya alzaron la manita. Samuelito –así le dice Adán Augusto– ya se abrazó con el vicepresidente de México. El Congreso de Nuevo León debería ponerlo en su lugar de gato.
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