Por Francisco Tijerina Elguezabal
Durante décadas para que una película pudiese ser programada en las salas de cine de nuestro país debía contar con el permiso previo de la Secretaría de Gobernación que extendía un número de licitud tras la previa supervisión de los contenidos. En ocasiones la censura llegaba en la etapa de filmación al conocerse la trama o el contenido visual que se pretendía producir; básicamente se censuraban los contenidos políticos y las escenas de desnudos.
Desde el nacimiento de la radio y televisión, el gobierno se encargó de supervisar los contenidos que las emisoras transmitían y para ello contaba con una vasta red de monitoreo a través de la Dirección de Radio, Televisión y Cinematografía que día y noche escuchaba y veía todo cuanto salía al aire.
Sin ser parte de la censura, pero como una forma de asegurar la calidad y prestigio de los cantantes, en México nos hicimos excelentes intérpretes del play-back, es decir, de colocar primero en la televisión y después incluso en eventos en vivo, las canciones de los artistas grabadas en el sonido mientras los intérpretes se dedicaban a hacer mímica.
De siempre ha sido norma el que cuando un gobernante emite un mensaje por radio o televisión, este se haga por cuestiones de seguridad y a fin de evitar errores, grabado, lo que te da la oportunidad de corregir o enmendar cualquier traspiés.
Con la explosión de las redes sociales se ha facilitado la emisión en directo de contenidos desde la comodidad de cualquier dispositivo y sin contar con la enorme parafernalia de una unidad de control remoto de tv, iluminación, micrófonos y demás; hoy cualquiera, desde cualquier lugar y en cualquier momento, puede transmitir en vivo, “urbe et orbi”, lo que le venga en gana por distintos canales.
Pero salir en vivo implica enormes riesgos y esta es una de las primeras lecciones que se dan a los nuevos políticos en cualquier curso de entrenamiento en medios. Un “live” puede parecer muy fresco, pero conlleva grandes peligros.
En nuestro entorno han sido muchos los errores que nuestros funcionarios públicos, de todos los niveles, han cometido al ceder a la tentación de transmitir en directo, desde simples dislates y tropiezos, hasta decir frases o pronunciamientos que los meten en innecesarios problemas.
Cuando se ejerce un cargo público o cuando eres una persona famosa, opera en tu contra la famosa frase de “todo cuanto digas podrá y será ser utilizado en tu contra” y aunque diese la impresión de que nadie estaría grabando 24/7 lo que puedas emitir, lo cierto es que sí hay personas atentas de lo que dicen y publican los políticos y famosos, de manera que cuando estos se arrepienten y pretenden olvidarlo todo con simplemente darle al botón de borrar, ya alguien se encargó de sacar copias y lo estará distribuyendo en breve.
Invertir unos minutos en pasar por un proceso del filtro de una persona que pueda valorar los contenidos antes de ser transmitidos es una obligación para ellos. Regularmente sus posts no son “noticia de última hora” y bien pueden tardar unos minutos más para que un tercero con una visión crítica y que entienda cómo puede ser interpretado y recibido ese mensaje, lo mida y dé su aprobación.
Si nuestros políticos fueran un poco más humildes y aceptaran pasar por el cedazo de un censor, se ahorrarían muchos problemas y dolores de cabeza, pero ello requiere de la aceptación primaria de “no soy tan fregón como me siento” y es ahí en donde empiezan las dificultades.