Noticias en Monterrey

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Por Félix Cortés Camarillo

Ha salido el quinto de la tarde. Contrario a la saga taurina, para los presidentes de México, no hay quinto bueno. Es su último año de un poder que de ser magnífico y omnímodo deviene fallido y menguante. Culmina, regularmente –y nadie quiere en este país que las cosas se salgan de normalidad en el mundo político- con la definición quién será el sucesor para la silla imperial cuyo único defecto es que su posesión tiene una limitada y fija duración.

Cual más, cual menos, los ocupantes de la silla presidencial mexicana han tenido dos inevitables desvaríos. El siempre rechazado con énfasis de la reelección, de la permanencia en el poder, y el abierto y explícito deseo de la continuidad en la persona del que sigue. El primero tiene el pérfido cinturón de castidad de la Historia; el segundo sucumbe a un ritual de rechazo del pasado que tiene tintes de tragedia griega.

El sucesor del gran Tlatoani mexicano proviene casi inevitablemente del círculo de sus más cercanos. Todos pasan sus últimos tiempos de dependencia en alabanza del que se va. Así ha sido siempre. Ruiz Cortines con Alemán, López Mateos con don Adolfo, Echeverría con su cómplice y jefe Díaz Ordaz como éste con López Mateos. Y así sucesivamente. Cada uno jurará dar seguimiento a lo que  fue el rumbo fijado por quien lo unge, para que –una vez colocada la banda presidencial en el pecho- todo cambie y se transforme.

El presidente López lo sabe; ha tratado por todos los medios posibles de anclar su proyecto histórico de Nación para que sea inevitable prolongarlo. En lo más profundo sabe que el que venga, habrá de abandonarlo.

El quinto año de López Obrador ha comenzado con malos augurios; su intentona de apoderarse del poder judicial colocando a su comadre en la silla que dejó (girando en el vacío en su Tik Tok de despedida, como un López Dóriga cualquiera) Arturo Saldívar se quedó en buenos deseos frustrados. La cumbre americana, que comienza en México el lunes que viene, tuvo ya el desdén de Joe Biden, cuyo avión NO aterrizará en el bodrio del Felipe Ángeles, como explícitamente lo pidió Lopitos para usar ese detalle como arma política.

Para de hoy en adelante los pequeños y grandes fiascos se irán acumulando. Aún y con una oposición inconexa e incapaz de generar liderazgos, el agotamiento de la institución presidencial que los mexicanos conocemos tan bien, es un fenómeno casi fisiológico. Así presuma Lopitos de una excelente salud a pesar de sus males cardiovasculares y de tiroides, cuya gravedad es tema de conversación. Especialmente en el círculo más cercano al presidente.

La metamorfosis es un síndrome que define la política sucesoria del poder en México. Nadie conoce al nuevo presidente hasta que se pone un trapo tricolor en el pecho y comienza a mandar. El caso de López Obrador, que se avorazó al ejercicio del poder con la complicidad de Peña Nieto, es único y ojalá que irrepetible.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Está en curso un cambio radical a la política monetaria de México. El Banco de México está recogiendo los billetes viejos –ni tanto- para sustituirlos por las nuevas emisiones. La intención es clara: anular las grandes fortunas que se ocultan bajo enormes colchones, obligándolas a entrar al sistema bancario controlado, so pena de pudrirse. Los billetes de 500 comienzan a ser sustituidos por los azulitos que tanto se disfrazan de billetes viejos de veinte pesos, y así sucesivamente. La reforma monetaria, a los que acumulan cash, los va a tomar desprevenidos. Hacienda estará tras ellos. 

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

Etiquetas:

Compartir:

Autor: stafflostubos
Ver Más