Por Francisco Tijerina Elguezabal
Cuando pienso en las viejas vecindades, aquellas propiedades con cuartitos rentados en los que vivían familias enteras, me remito a las viejas películas de mitad del siglo pasado y a algunas que conocí en Monterrey en algunas áreas del centro de la ciudad en mis años mozos.
Con los años me entero que jamás han desaparecido, que se escondieron, pero que siguen ahí albergando a muchos que no tienen otra opción donde vivir.
Lo grave, lo preocupante, lo encanijante, es la indolencia de nuestras autoridades para hacerse de la vista gorda y permitir el peligroso hacinamiento de tantas personas en condiciones que verdaderamente retan a la tragedia.
A casi un año del incendio de unos cuartos absolutamente ilegales construidos en una bodega en plena Plaza Comercial Morelos, en los que murió una mujer y una decena de personas más resultaron lesionadas, ninguna autoridad ha declarado oficialmente ni las causas o los responsables.
El asunto, como muchos otros más, terminó en el olvido, porque el alcalde Colosio anda más preocupado en ampliar banquetas, obstruir las vialidades, colocar semáforos a diestra y siniestra y hacernos la vida imposible, que en trabajar verdaderamente.
Y sí, las vecindades de antaño se ubicaban en muchos puntos del centro histórico de Monterrey, pero jamás imaginarías que una de ellas estaba en el corazón del Barrio Antiguo, en Padre Mier entre Doctor Coss y Diego de Montemayor y que ayer se incendió, por fortuna con apenas quemaduras para una pobre mujer que se encuentra afectada en sus condiciones mentales.
¿Cómo es posible que no se den cuenta? ¿Cómo es que nadie dice nada? Es una apuesta a perder el amontonar a muchos en un sitio que no tiene salidas de emergencia y con una sola entrada y salida de un metro de ancho.
Pero ahí están nuestras autoridades, pensando en las banquetas y el agua de lluvia. Su discurso en el que anteponen a las personas para todo es una vil mentira y estos incendios y su infame inacción son muestra de ello.