Por Félix Cortés Camarillo
Será hasta el próximo martes en que se reanude el juicio en Brooklyn de Genaro García Luna. Hoy no hay sesión y el lunes es día festivo en los Estados Unidos: es el Día del Presidente. Ha terminado el período de los posicionamientos y testimoniales, y ahora los doce ciudadanos que integran el jurado tendrán que discutir entre ellos y llegar a una decisión –en este caso, cinco decisiones porque son cinco los cargos por los que se le juzga– que indubitablemente tiene que ser unánime.
De manera inevitable tuvimos que evocar, los que la vimos, la estupenda película norteamericana de 1957 titulada en Hispanoamérica “Doce Hombres en Pugna”. Fue la adaptación de una pieza de teleteatro que escribió Reginald Rose llamada Twelve Angry Men. Con un presupuesto que no llegó a los cuatrocientos mil dólares y un elenco de estupendos actores, Sidney Lumet logró un intenso drama encarcelado en las paredes de un juzgado y de la sala de deliberaciones de los jurados. La trama es simple y pretende defender los principios de la justicia americana: se debe fallar de acuerdo a las evidencias y sin sombra de duda. De esta suerte, un caso criminal que al inicio parecía perfectamente claro, ante las dudas de uno de los jurados se va transformando en la discusión en un veredicto totalmente adverso al inicialmente sugerido.
De manera similar los doce jurados de García Luna tendrán que decidir para cada uno de los cargos la unanimidad: culpable o inocente. Concluido esto, el juez establecerá la pena para los delitos en los que se haya encontrado culpable al que fuera el policía mayor de nuestro país en dos sexenios.
Es fácil concluir hoy que García Luna será declarado inocente para alguno o algunos de los cargos que se imputan: la fiscalía se mostró débil y fundamentó su acusación mayormente en el testimonio de reconocidos gangsters, narcotraficantes y asesinos, en el sistema de los testigos protegidos. Un sistema que en automático da validez a lo dicho por delincuentes.
El único cargo que no podrán revertir los jurados es el de perjurio: al solicitar la legal residencia permanente en los Estados Unidos, coló una o dos mentiras en su solicitud. Mentir es una falta que la moral norteamericana no tolera.
Lo que resulta al final de este astracán es la tremenda condena social que ya se emitió en los Estados Unidos en contra de México. Para la sociedad norteamericana y sus instituciones, México es un narco estado. Es el principal proveedor de la droga que está matando a decenas de miles de jóvenes de allá del Norte. Aunque, naturalmente, con la complicidad de la corrupción norteamericana y del crimen organizado de allá. Eso lo debería tomar en cuenta el presidente Lopitos. Quienes somos los verdaderos condenados.
Pero no. Está considerando, confesó ayer, demandar en las cortes de Estados Unidos al abogado defensor de García Luna por “daño moral”. Resulta que en un contrainterrogatorio, el abogado De Castro le preguntó al Rey Zambada si había dicho en el juicio del Chapo Guzmán que había entregado dinero para la campaña electoral de López Obrador. Muy digno él, se sintió ofendido por el abogado, como si éste fuera el autor de la afirmación.
Como decía mi abuela: no gana uno para vergüenzas.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Anda circulando por ahí la versión de que Claudia Sheinbaum nació siete años antes de lo que dice, que se apellida Shein, descendiente de un militar ruso judío. Que nació en la Bulgaria comunista de entonces y, por no ser hija de por lo menos un padre mexicano, está impedida por el artículo 82 constitucional para ser presidente de México. De este tipo de rumores, ataques y descalificaciones –veraces o no- vamos a ser testigos de ahora en adelante.
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