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Los vampiros y la corrupción

Por José Francisco Villarreal

No estoy seguro cómo eran los dientes de Lord Ruthven, el vampiro que imaginó el doctor Polidori, al parecer la primera novela de vampiros, escrita a principios del siglo XIX. Creo que el siguiente de esa especie literaria, Sir Francis Varney, atacaba desgarrando con sus colmillos el cuello de sus víctimas: “dientes de horrendo aspecto, alargados igual que los de un animal salvaje, espantosamente, brillantemente blancos, y con aspecto de colmillos”. Básicamente el mismo tipo de dientes inmaculados que exhibía el más famoso vampiro literario, descrito por Bran Stoker: el conde Drácula. No entiendo entonces cómo aceptamos tan pasivamente un par de orificios en el cuello (o en otra parte arterial) como prueba de ataques vampíricos. Con esas armas afiladas debieran de hacer estragos irreparables.

Hace años, algún amigo, hoy destacado personaje literario, aseguraba que el vampiro encubría perversiones sexuales, especialmente la homosexualidad. No me convenció esa interpretación del mito, o del uso del mito. Da igual, porque entre la imaginación del escritor y el lector puede haber todo tipo de complicidades. Años después, atareado en una mesa de redacción de noticias, espulgando y expurgando información, recordé aquella opinión de mi amigo y se me ocurrió que encajaba mejor en ese mito la política corrupta que el erotismo heterodoxo. Como el vampiro literario, el político corrupto corrompe y contagia su corrupción. Sus víctimas, prácticamente todos, normalizamos esa monstruosidad y la ejercemos, contaminamos incluso a nuestras familias. Toda proporción guardada, como en “I Am Legend”, de Richard Matheson, donde Robert Neville, el único no vampiro, es el monstruo.

Estoy muy sorprendido por los resultados del juicio a Genaro García Luna. No por su culpabilidad, sino por el efecto que ha causado en México. Súbitamente hubo una explosión demográfica de presuntos políticos y periodistas corruptos. Este sujeto hizo en México lo que el conde Drácula intentó hacer en Inglaterra: legiones de chupasangres sanguinarios. Además, a través de su jefe (o quien sabe si en colusión con él), logró que los medios soslayaran los efectos mortales, genocidas, de esa corrupción (Iniciativa México, 2011). Aunque confirmamos lo que ya sabíamos respecto a la política corrupta y los periodistas “chayoteros”, tenemos sospechas sobre personas, pero no certezas. Y seguirán siendo sospechas en tanto la Justicia mexicana no lleve a juicio y condene a los que sí son responsables. La 4T y don Andrés celebran la condena de García Luna, pero todavía hay casos atorados en tribunales desde que inició este sexenio. Se ha exhibido a políticos prominentes por corrupción, pero los procesos siguen empantanados. Sin contundencia contra la corrupción, seguirá no sólo letárgica en vinculaciones a procesos, también muy activa en curules legislativas, gubernaturas, secretarías, alcaldías… mesas de redacción, columnas y redes.

La mancha voraz de García Luna cimbró a la oposición acuartelada en el gallinero de su coalición. No se pueden deshacer de ese estigma, es como la marca de Caín. Los periodistas y medios que defendían a García Luna, ahora matizan la condena y nos quieren distraer con los detalles del proceso. ¡A quién le importan! Nos importa desnudar las redes de corrupción política y complicidades que cobijaron a García Luna. Exponerlas, procesarlas, condenarlas. La táctica de arreciar las provocaciones en el cuadrilátero del Congreso de la Unión sólo complicará las cosas. No se extrañe la oposición si los morenos exigen pogromos y campañas de exterminio contra ella. Sólo dicen lo que millones de mexicanos querrían exigir si tuvieran voz y voto, y se quedaron cortos. La verdad creo que se vieron lentos. El efecto de García Luna ya existía; la condena estaba cantada. Aunque ahora se le pudieran restar cargos o reducir penas, el daño ya estaba hecho desde su aprehensión. Lo que hoy exigen los morenos, debió ser anticipado y ejecutado dentro de los partidos de oposición. Esa es la respuesta que esperan los mexicanos, y no deslindes ni matices que sólo despiertan más sospechas. Los morenos, con toda la mala leche añadida, tienen razón, y además sus exigencias desmesuradas son una estrategia inevitable para el 2024. ¿Es tan difícil asumir lo razonable para conjurar esa estrategia?

Como se ven las cosas, García Luna no sólo estará presente en los procesos electorales, también será la indiscreta sombra en todas las acciones de la oposición, especialmente del PAN. Lo que deja al PAN la difícil tarea de encontrar la manera de zafarse de esta maldición, y proteger de ella a sus aliados. Esto será imposible mientras insistan en defender lo indefendible y mantengan su soberbia. Olvidan fácilmente que un partido político no es una clase social. Porque no son los “Robert Neville” de esta novela de vampiros; han sido, como todos los mexicanos, víctimas y difusores de la virulenta corrupción. Ni los morenos se escapan. En muchas películas y series de vampiros, se asegura que los contagiados pueden salvarse de esa maldición si se mata a los vampiros que los contagiaron. No exigiría tanto como la muerte en este escándalo, pero hay maneras de deshacerse de lo corrupto dentro de los partidos. Salvo, claro, que la corrupción estuviera en las dirigencias. Ahí sí, ni cómo ayudarles. En cuyo caso me apuraré a cargar el crucifijo de mi primera comunión y un collar de ajos que, de paso, también aleja las “malas vibras”.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: lostubos
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