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La revancha del Masiosare

Por José Francisco Villarreal

El sistema electoral de Estados Unidos es curioso y vetusto; no hay voto universal sino indirecto, se vota por delegados electores. Ellos decidieron elegir así a sus representantes. Ellos sabrán por qué mantenerlo o cambiarlo si se les pega su reverenda gana. Ni recomendaría ni exigiría a los gringos mantener o modificar sus procesos electorales. Que yo sepa, ni el gobierno mexicano lo ha hecho. Seremos muy libres de criticarlos, pero nada más. Así que no entiendo qué derecho legal o divino les asiste para que un gobierno de los Estados Unidos se atreva a calificar nuestro sistema electoral. Porque cualquier declaración que Estados Unidos haga respecto a la polémica del “Plan B”, es una injerencia inaceptable para los mexicanos y la evidencia de un padrinazgo perverso sobre una de las facciones políticas en pugna. Francia fue muchísimo más honesta cuando mandó tropas para sostener un imperio ilegítimo e ilegal en el siglo XIX.

Estados Unidos no es el aval moral para la democracia y la libertad ni en México ni en ninguna otra parte del mundo; en esto difiero de mi querida Ana Gabriel, México es libre y democrático, por eso vivimos de la greña luchando entre nosotros contra o a favor de ambas cosas. Es vergonzoso que nuestros políticos y opinadores tomen los comunicados del gobierno gringo como si fueran el Evangelio. Y es muy triste que una plebe selecta e ignorante se sienta inspirada por el aparente apoyo de un gobierno extranjero, y de un país que tradicionalmente ha sido nuestro agresor, fraternal, eso sí. Citar la fuente, sea el New York Times o El País, no es entender el dato. Y si creen que los gringos han cambiado con los años, recuerden la toma del Capitolio. México nunca ha dejado de enfrentarse a Estados Unidos, a veces con astucia o con suerte, pero normalmente no. El colonialismo gringo sigue intacto, sólo han cambiado sus métodos; las armas siguen siendo su opción favorita, pero prefieren hacer guerras lejos de casa. No nos engañemos, nada que venga de cualquier gobierno extranjero es desinteresado, así no funciona la geopolítica. Sobre todo si viene del gobierno estadounidense; ellos son los reyes de los “planes B”.

Cuando en México se desplegó la ola bugambilia en defensa del INE, tuve un “deja vu”. Me pareció familiar eso de las olas coloridas usadas en otras latitudes como carnavalescos golpes de Estado. Mis ojos quedaron “lampareados” por el despliegue del Pantone Rhodamine red 233 u, deslavado y disparejo, pero sin duda deslumbrante. Contrastaba valientemente con el blanco celestial de los uniformes, pero noté la ausencia del también institucional Pantone 466-67 u, el color tierrita-raza de bronce. Por asociación ociosa y viciosa recordé otros colores: el azul abisal y el rojo arterial del NED, National Endowment for Democracy, a cuyo santo y gringo patrocinio se encomienda el señor X, líder prominente de la marcha. Después de todo NED trata de “apoyar a la libertad alrededor del mundo”, y México es mundial y mundano. Se comprende porque Estados Unidos es Vaticano de la Libertad. Son tan libres que a voluntad pueden acribillarse entre ellos mismos hasta en una escuela o el súper. Nosotros, pobres esclavos, necesitamos que nos fusilen criminales, policías o militares.

Decía hace poco que la marcha de los intocables no tenía sentido. La manifestación pública como medida de presión sobre una ley es válida contra una iniciativa de ley, como reacción. También es adecuada como parte de la discusión legislativa porque, en teoría, cada legislador representa a una masa ciudadana políticamente organizada (que no partidistamente). Y una manifestación pública encaja bien en el debate porque los legisladores aman más a su partido que a sus representados. Al final, queda la última instancia, la corte, donde todavía pueden interponerse recursos contra una ley aprobada. La diferencia es que en la corte no hay debate público. Ahí se debate entre pares, y no sobre la opinión de mayorías o minorías sino sobre la consistencia de la ley cuestionada respecto a las leyes vigentes, especialmente la Constitución. No hay ni invitación ni acceso excepcional a un debate interno, insisto, entre pares, que no busca imponer opiniones sino evaluar la legalidad. “Dura lex, sed lex”, la ley es dura pero es la ley. Una ley no tiene que gustar a todos, debe ser justa para todos.

De verdad no juzgo el “Plan B”. No lo conozco del todo. NADIE lo conoce a profundidad, incluyendo los cientos de miles de villamelones que lo apoyan y los otros tantos que lo rechazan. En lo poco que le he podido entender, no he comprobado el origen de las consignas coreadas en su contra. No vi grandes recortes de personal ni desaparición de funciones sino reorganización. No vi subordinación al Poder Ejecutivo o a partido alguno, sino declaración de funciones necesarias del instituto. Eso sí, vi un replanteamiento del presupuesto. Y como en todo, la parte más sensible y dolorosa del cuerpo humano o de las instituciones públicas es la cartera. Aun así, en el supuesto de que hubiese razones para temer por la autonomía del INE, manifestarse públicamente para literalmente exigir a la Suprema Corte que rechace el “Plan B” no es un lenguaje aceptable. Con la corte se habla con recursos legales sustentados a los que la corte debe responder y no a oradores vociferantes ni a masas furiosas. Ceder ante la plebe es comprometer la legitimidad de los magistrados.

Si esto ya de por sí es inapropiado, además: en la ola bugambilia estaban mal camuflados todos los pantones partidistas de oposición; por lo menos uno de los cocineros de la marcha sí está subordinado a la antedicha NED y su particular idea de una democracia; y fue notorio que a muchos no les importaba entender nada más que su odio fundamentalista contra el presidente. No menciono los acarreos, porque creo que de alguna manera tenían que desplazarse. Si es verdad que hubo pagos, pues sería por la tradición, antes y durante elecciones siempre hay mucho circulante en efectivo. Es como pizcar maguacatas en temporada. En general, la marcha del 26 de febrero fue una manifestación democrática pero no por la democracia, fue una manifestación inducida, un puño cerrado apuntando a la SCJN y mucho odio espumoso y vitriólico. Sólo en la Alemania de la post Primera Guerra Mundial he visto tan intensiva esa prédica como sustento evangélico en la política. La oposición no supera sus malas estrategias, y el oficialismo se pone a esa altura jugando al ping-pong con un panal de avispas. Sin olvidar que el Poder Judicial anda perdiendo mucho lustre por liberar a presuntos y fondos de dudosa procedencia… clara-mente. A este paso, hasta los delitos menores tendremos que procesarlos en Nueva York. Pero lo que me preocupa más es que Estados Unidos, abierta, traslapada, o solapadamente, intente intervenir en nuestra ya tan desplumada democracia. Ni modo, habrá que resignarse a la revancha del Masiosare. Ya me veo armado y defendiendo la soberanía nacional con una resortera ¡y de mis propios compatriotas!

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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