Por José Jaime Ruiz
“No pago para que me peguen”, expresó José López Portillo el 7 de junio de 1982 en el Día de la Libertad de Expresión. Muchos años después, frente al pelotón de la crítica, el gobernador de Nuevo León recordaría aquella mañana de sábado cuando su padre lo llevó a conocer el golf. Ahí se fogueó en lo esencial: si te pegan, no pagues.
Más cercano a López Portillo que a Elon Musk, Samuel Alejandro García Sepúlveda no aguanta la crítica y sus comunicadores son verdaderos represores de la libertad de expresión y, por tanto, o compran o rentan a los medios de comunicación. Incluso quisieron amordazar la libre circulación de las ideas desde su propuesta de nueva Constitución. El Artículo 135 expresaba que ninguna persona podría hablar mal del gobernador, de lo contrario sería arrestado 36 horas.
“A la persona Titular del Poder Ejecutivo corresponde (…) Imponer multas que no excedan del importe de salarios o de un día de arresto hasta por 36 horas, a los que desobedecieron sus órdenes o le faltaren al respeto debido”.
A veces recular es una tarea difícil, pero necesaria. La ley mordaza no prosperó, lo que sí prosperó fue maniatar, a base de billetazos, a columnas políticas y medios de comunicación. Cuando Televisa-Univisión difundió su reportaje “Desaparecidas e ignoradas: el peligro de ser mujer en Nuevo León. Una historia de ausencia e injusticia” (el cual repitieron el fin de semana), el lado represivo de la comunicación social de Samuel estalló al quitarle los anuncios gubernamentales a la televisora, es decir, la pauta publicitaria.
Esta semana la crítica de la televisora en contra del gobierno de Samuel escaló. Los temas de estos días serán la crisis de movilidad: “Viajan peor que sardinas en camiones” y el Metro cada vez más deficiente y cada vez más caro. La crisis de inseguridad y violencia contra las mujeres; contaminación y alertas ambientales; la crisis del agua cuando todos los municipios del estado presentan cierto grado de sequía. ¿Quién ganará en esta lucha frontal? ¿Samuel o Televisa? Televisa podrá perder una lana (la cual le sobra), pero Samuel perderá su futuro.
Cuando Jaime Rodríguez Calderón les cortó o recortó a las televisoras el presupuesto gubernamental, esos medios de comunicación sintieron el golpe, pero no desaparecieron, el que desapareció políticamente fue el Bronco. La moraleja está de más: es mal negocio político cavar la propia tumba. Por sus errores políticos y mediáticos Samuel Alejandro cava la suya. Y nadie, nadie se lo advierte.