Por Obed Campos
Américo Villarreal Anaya cumple seis meses como gobernador de Tamaulipas… Sus defensores podrán decir que apenas va comenzando, y que por ello defienden que el suyo sea un poder que nació menguado.
Sin embargo, el regreso a las tres pistas del circo político tamaulipeco de su antecesor, a quien muchos ya daban por muerto y enterrado, el panista Francisco García Cabeza de Vaca, le complica a Villarreal Anaya su real posicionamiento al mando en la entidad.
Expertos en el tema tamaulipeco me dicen que esta es una fórmula fatídica para el mediocre que está demostrando ser Villarreal Anaya: a mayor presencia de Cabeza de Vaca, mayor poder del exgobernador, y menor poder para Américo.
Y que quede claro: sería como intentar tapar el sol con un dedo los miles de millones de pesos que fueron manejados en forma irresponsable y probablemente hasta criminal, por el panista ex gobernador y sus allegados.
La gente del reynosense dejó tantas y tan profundas huellas de los estropicios administrativos, económicos, sociales y de seguridad, que la impunidad de la que gozan solamente se explica por la ingenuidad y la incompetencia del equipo jurídico del gobernador, Américo Villarreal Anaya.
Me refiero a las mal integradas averiguaciones que le han permitido a Cabeza de Vaca y compañía continuar en libertad y sin ser molestados ni con la hoja de una averiguación previa.
El problema es que Villarreal Anaya se da unos aires de grandeza que no le queda, porque nunca dejó de ser un funcionario de medio pelo, es más, ni de pelo completo. Nunca pasó de ahí.
Si se recuerda bien, le cayó de suerte la senaduría, pero por el peso de la historia de su familia, concretamente de su padre, a quien mucha gente le debía favores.
Claro que a medio año de ser gobernador, ya se le olvidó que despachaba (si a eso se le puede llamar despachar) en un oscuro cubículo de la Secretaría de Salud, en el que había estado por años, a la sombra.
Y luego lo hicieron gobernador sin las tablas, sin la capacidad y menos la educación… Es un secreto a voces que en su mediocridad ya como gobernador, el que manda en el territorio que la delincuencia les deja libre en Tamaulipas es su hijo, Américo Villarreal Santiago.
Claro que también ejercen el poder del gobierno de facto la gente que opera por afuera del despacho… Porque las mafias de siempre, como la que mangonea desde la UAT siguen imponiendo su voluntad, igual que los delincuentes bien organizados de las fronteras y los puertos.
Y aunque los corifeos de Villarreal Anaya alcen sus aguardientosas voces y levanten la mano izquierda cerrada, para cobrar con la derecha, como siempre… La palabra anarquía es el sinónimo más cercano a Tamaulipas.