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El chupacabras y las mañaneras

Por José Francisco Villarreal

Desde la niñez, la de mis tiempos que no son estos tiempos, uno solía ver a los ancianos como seres dulces, amables, fuente inagotable de historias maravillosas. Tal vez mi generación fue de las últimas en las que algunos todavía conservaban el saludo reverencial del beso en la mano a los ancianos. La cartilla de identidad senil eran las arrugas y las canas; aunque para un niño, los 50 años eran la línea fronteriza. Cierto que hay ancianos que se resisten a los códigos naturales. Mi agüelo, por ejemplo, octogenario ya, apenas si tenía unas cuantas canas en el bigote. De alguna manera, niños y ancianos teníamos una identidad etaria similar: el asombro ante lo nuevo, ante la fantasía, y la fe en los milagros, no de Dios o los santos sino de la Naturaleza.

Confiteor Deo omnipotenti, et vobis, fratres… ¡Mea culpa! Todo un párrafo de rollo para justificar mi gusto por los dibujos animados y las literaturas fantástica y de ciencia ficción (ambas muy ninguneadas frente al Ars Magna del canon literario). Ni cómo comparar a la homérica “Ilias” con “Three-Body” de Liu Cixin; o “Metamorphoseon” de Ovidio con “Chupa”, la reciente película de Jonás Cuarón. No me atrevo a hacer “spoilers” de más, sólo diré que el adorable felino alado me divirtió como a niño vetusto. Jonás logró quitarle las espinas a un tenebroso tema salinista. Aquel folclórico “Chupacabras” boricua que se empoderó en México como un voraz chupachivos, chupavacas, chupabancos, chupaparaestatales, chuparecursosnaturales, chupaceros… No cabe duda que la criptozoología del neoliberalismo salvaje es mucho más fértil que los dioses olímpicos. El mismísimo Drácula no sería capaz de tan enorme y variopinta succión. México convertido en un cósmico agujero negro que tragó hasta nuestra memoria. 

Los viejos recordamos al chupacabras, pero apenas podemos recordar cómo se desplegó el aparato mediático con una sospechosa seriedad “escéptica”. El papel de los medios fue instrumental y sepultó poco a poco a la crítica en zonas muertas, imperceptible para la mayoría de la gente. Era más fácil sazonar la sobremesa con las travesuras del chupacabras que con el traumático impacto del Nuevo Peso (resignación económica, algo así como abatir la devaluación normalizándola). Durante seis años se consolidó un régimen que nos hizo envejecer rápidamente, pero no en experiencia sino en senilidad. Firmamos entonces un perezoso contrato con los medios de comunicación, de buena fe, pero con una fe ciega. La ruptura es reciente y dolorosa. Asoladora incluso para nuestra identidad como democracia. 

Las redes sociales, benditas y malditas, iniciaron el proceso de divorcio. Las “mañaneras” lo precipitaron. Los medios de comunicación perdieron el monopolio de los datos reales o falsos; la opinión, honesta o tendenciosa, recuperó escaparates y resonadores. Los medios no han querido entenderlo ni asumirlo. Como amantes despechados, siguen cantando serenatas lloronas a la despectiva opinión pública. Un desplante que no recuperará su favor, mucho menos su fervor. Se ha acusado al régimen actual de causar la polarización de la sociedad. ¡Falso! Las primeras ofensivas no surgieron del Poder Ejecutivo sino contra este aun antes de instalarse. Y precisamente describiendo a los seguidores de la 4T como mexicanos ignorantes y vulgares, el “peladaje” porfiriano. El golem “chairo” precedió al homúnculo “fifí”. No debe extrañarnos que cuando los partidos opositores fueron rebasados por la popularidad del régimen, así sea populista, liderazgos huérfanos de ideales y de patriotismo se autopolaricen y replieguen en concubinato político en una sola esquina del cuadrilátero. Es más sensato Dante Delgado, transitando pian pianito desde su infierno naranja hacia el empíreo del poder.

Por ahora la comunicación en México es un verdadero caos. Espero que sólo sea un proceso que redefina el papel de los medios en la sociedad, y doblegue a las grandes empresas mediáticas a favor de una interlocución franca con la base social y con su reflejo gubernamental. Qué mejor que facilitar a ambos extremos, siempre tan distantes, para que puedan verse a la cara con humildad pero sin humillaciones. Esto no lo lograrán en tanto sigan siendo el diario oficial de políticos, intereses obvios y funcionarios, y la cartelera de ofertas de pollos rostizados y clínicas milagrosas. Olvidaron que fundamentalmente son la oficialía de partes de la sociedad.

Pero hablaba del chupacabras. Ha pasado mucho tiempo desde su aparición y las fuentes de información han cambiado. En México, los medios de comunicación convencionales se han ganado el descrédito a pulso. Su distancia respecto a los intereses de la sociedad ha quedado exhibida irremediablemente. Algunos incluso, y con absoluto cinismo, han llevado a titulares información obviamente falsa. Sus intenciones y prejuicios son tan claros, que sólo son creíbles para quienes tienen las mismas intenciones y los mismos prejuicios. Si esto no es polarizar, no sé qué más pueda serlo. La nueva campaña es contra las “mañaneras”. Pero ya no importa si las cancelan o no, el objetivo ha sido cumplido. Sí, ya sé que es insólito el ejercicio de la libertad de expresión desde el poder, estábamos acostumbrados a que el poder sólo pontifica. No han aprendido la lección de las “mañaneras”, y en lugar de reinventarse como medios de comunicación se ponen en evidencia como medios de polarización.

Con las “mañaneras” como el nuevo chupacabras, nos intentan distraer de los verdaderos intereses de la sociedad, que no son la política sino el impacto que recibe desde la administración pública y desde la clase política. Los medios de comunicación ya no son los ángeles custodios de la libertad de expresión; la tienen pero la despilfarran. Con mañaneras o con boletines, entrevistas banqueteras o ruedas de prensa, el gobierno federal seguirá emitiendo datos y opiniones, verdaderos o falsos. Este tramposo nuevo chupacabras matutino sólo intenta cancelar temas realmente importantes. ¿Por qué? Porque así sea la canción favorita de don Andrés, es verdad que los temas como la corrupción institucionalizada, la inseguridad, el amenazado activismo ambiental, los despojados pueblos originarios, la crisis migratoria, las relaciones exteriores, la economía, etcétera, no se pueden abordar a fondo sin revisar el pasado, un pasado que, además de involucrar a muchos actuales acusadores y críticos, también exhibe a los medios de comunicación que ocultaron información, o la matizaron, o de plano mintieron, que para el caso es lo mismo. No, nuestros problemas no nacieron ahora por generación espontánea, son consecuencias de un ayer que va desde hoy hasta hace varias décadas.

Y aunque no tiene nada pero todo qué ver, yo sí estoy a favor de que Lorenzo Córdova tenga una videocolumna en Latinus. Sí, se ponen en evidencia su parcialidad y sus complicidades. Pero tiene todo el derecho a decir lo que se le pegue la gana en el medio que se le antoje. Negarle ese derecho es igual que poner en el cepo a las “mañaneras”. Excesos de libertad de expresión los hay, abundan. Pero si no es imposible, sí es muy difícil regularla. El único censor de la libertad de expresión es quien la ejerce, sus principios y moralidad. Si se excede, se exhibe. Políticos, medios de comunicación, opinadores profesionales, han transitado ese camino y ahora sufren las consecuencias, pero con poca o ninguna dignidad.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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