Por Carlos Chavarría
En tanto tuvimos que enfrentarnos a un solo poder, el de la naturaleza, aprendimos a predecir y con ello sobrevivimos. Luego nos desacoplamos de la naturaleza y escogimos darle el poder sobre nosotros a uno que creímos de nuestra misma especie, y nos equivocamos, ya no podemos predecir ni prevenirnos. Caímos en la trampa de la falsa noción de la elegibilidad como único producto de la democracia, olvidando la principal, al gobierno por el pueblo.
La estrategia de todo líder, que siempre está en modo electoral, y que no tiene un proyecto de gobierno de largo plazo que aglutine a todas las fuerzas de una nación necesita, para cubrir los tropiezos de su gestión sin fondo real de beneficio, escoger algún enemigo que pueda usarse como escudo justificante y con ello desviar la atención el tiempo suficiente para que la masa electoral a la que apuesta mantener sujeta, supla y disuelva el impacto negativo de algún hallazgo público que alude al mismo líder .
El enemigo propiciatorio de todo mal, puede ser cualquiera con el que se tenga algún tipo interacción obligada por deuda mutua, accidente o convivencia, no importa si es un país, gobierno extranjero, persona o grupo, como judíos, musulmanes o cristianos, una jueza, no importa, pero que sirva para el propósito de auto exculparse.
A lo largo de la historia y hasta nuestros días, muchos países del mundo vivieron y viven aún estancados en su desarrollo social y económico, usando la misma justificación de un adversario poderoso y culpable del derrotero insatisfactorio que sus mismos políticos locales ocasionan.
A diferencia de muchos países afectados por una política a todas luces sin sentido, causante de desventuras y destrucción, pero que luchan denodadamente para superar su enanismo mendigante, los mexicanos siempre caemos en el truco del político distractor a pesar de las evidencias.
Apenas hace unos días que nuestro presidente tuvo que salir a justificar las tareas de “inteligencia” que por prevención mínima debe hacer todo gobierno para detener las fechorías de algunos, y así poder mantener la paz y la tranquilidad de las comunidades, cuando aparecen las presiones desde el gobierno norteamericano para que se haga algo concreto y efectivo para acabar con el comercio de fentanilo desde México.
El presidente trato de pasar la responsabilidad al campo chino (nuevo enemigo), pero estos no cayeron en el juego, negando comerciar con los componentes precursores de la maldita droga, y dejando que los EEUU y México atiendan sus problemas.
La presión de los EEUU continuó en aumento y la DEA ofrece su información de inteligencia sobre las actividades del Cártel de Sinaloa para capturar a toda la cadena económica operativa del Chapo Guzmán. Ahí se abrió la nueva oportunidad de desviar con la figura de nuestro acostumbrado “enemigo poderoso” que comento.
Ya se olvidaron las muertes de migrantes de Ciudad Juárez, el remate del avión, la campaña del Estado de México, SEGALMEX, etc., y de nuevo el gastado recurso de enarbolar el lábaro patrio, reviviendo todas las afrentas de nuestros vecinos porque se violentó la soberanía por el ahora sí espionaje norteamericano, que no inteligencia, dentro del territorio mexicano por parte de operadores de la DEA.
Entre más fuerte la crítica, más insistencia distractora en la arenga, solo falta la declaración de guerra contra los EEUU con tal de no explicar la falta de resultados, en al menos la contención de las actividades del crimen organizado en nuestro país.
Una nación ve lastimada su viabilidad cuando sus gobernantes tienen toda la libertad y discreción para hacer lo que les venga en gana, y sus gobernados, para poco o casi nada debido al asedio cotidiano causado por el crimen organizado. ¿Podemos darnos el lujo de esperar a que la criminalidad se autolimite en un acto de conciencia personalísimo de los antisociales? Por desgracia, la respuesta es no.
Atacar las bases del crimen sí, pero al mismo tiempo contener y resolver en justicia y bajo la ley. Engañarnos con distractores no sirve, el que engaña desde cualquier estanco de poder también comete un crimen contra la sociedad.