Por Félix Cortés Camarillo
En el verano de 1960, alguien en el departamento de noticias de la CBS en Nueva York, y que me parece que fue mi amigo Bob Little, inventó un programa de televisión que se había hecho sólo en radio: un debate entre los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. Y se hizo en septiembre del 60. Los protagonistas fueron Richard Nixon y John F. Kennedy. Además de un conductor, Howard Smith, participaron tres periodistas de medios impresos. La reticencia de Nixon a la disciplina de un medio que no dominaba fue determinante.
El entonces vicepresidente no quiso ponerse maquillaje; su mentón no afeitado de las cinco de la tarde le hizo ver desaseado y sudoroso. Al final de aquella noche se había diseñado un formato nuevo de lucha política al través de la televisión. El debate, que más que exponer las ideas y los propósitos de los aspirantes a gobernarnos ponía en primer plano la simpatía y la lozanía de su aspecto. Nixon perdió la presidencia.
El formato fue rápidamente adoptado por otros países. México inclusive, aunque como todo lo que se copia suele sufrir alteraciones convenencieras, los debates de los diferentes candidatos mexicanos a cualquier puesto, especialmente la presidencia de la Republica, han sido una paparruchada. “Hoy, hoy, hoy” de Vicente Fox o el “Ricky Riquín” que Lopitos le propinó a Ricardo Anaya, son tristemente memorables del mal entendimiento de un ejercicio que hubiera querido evocar al ágora griego.
Viene eso a cuenta porque en un par de semanas se habrá de realizar una importantísima elección: la que definirá quién será la gobernadora –porque habrá de ser inevitablemente mujer del estado de México–, electoralmente el más importante de nuestro país por su padrón electoral y su valencia social y económica. Si bien el mismo día se elegirá al gobernador del estado de Coahuila, las malas lenguas, que por lo general saben mucho, ya me dijeron que todo el pastel está arreglado: El nuevo PRI que ahora se llama Morena, sacrificará a su candidato, el magnate del carbón Guadiana a cambio de que la maestra Delfina Gómez se haga de la gubernatura en Toluca.
Está bien, así se usa en la política.
Pero, como dice Juan Gabriel ¿qué necesidad? Supuestamente van a hacer un debate entre las dos candidatas a la gubernatura joya de la corona. Nada más que los estrategas de la maestra ponen como condición que en el debate no salga el tema de la corrupción, específicamente del diez por ciento que la maestra Delfina descontó a los profesores de Texcoco para abonarlos a la campaña de Andrés Manuel.
Si se trata de debatir se tiene que saber que las cosas se baten.
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