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Por Félix Cortés Camarillo

Le decía yo ayer aquí de la perfección de los banquillos que, como los molcajetes y el metate, tienen tres pies y no cuatro. A diferencia de estos últimos no pierden el equilibrio.  Ese factor conlleva el peligro a que se someten si pierden una de sus tres patas: inevitablemente caerán. Las mesas de cuatro patas necesitan que todas ellas estén perfectamente calibradas a fin de que no pierdan el perfecto balance.

Todas las cosas tienen una función específica y por lo tanto un diseño determinado. Lo mismo pasa con las personas. Cada uno en su juventud busca por cierto tiempo el papel que debe cumplir en el tejido social; una vez establecido, adquiere los conocimientos necesarios para desempeñarlo de la mejor manera posible. De esa forma cada tiempo genera oleadas de extraordinarios aristas, artesanos, profesionistas, escritores, políticos o periodistas. Cada chango en su mecate, diría el pueblo sabio.

El presidente López es sin duda un político extraordinariamente hábil, de la popular y reconocida casta de los demagogos. No trata de ocultar las carencias de que adolece en ciertas áreas del conocimiento, pero las encubre con una arrogancia –la que le lleva con frecuencia a afirmar que él tiene otros datos-  que en los políticos es proporcional al poder que tienen y por el que han luchado toda su vida. Los presidentes en países de renca democracia asumen que saben todo de todas las disciplinas, y que por ello pueden ejercer un poder omnímodo y absoluto. Ponen bajo su férula la economía, la salud, la seguridad, la cultura, la educación y la defensa como si hubiesen sido los mejores estudiosos del manejo de los dineros, las medicinas, las policías, el arte, la educación o la guerra.

Así se ve Lopitos. Y así nos ha ido.

Alrededor de setecientos mil mexicanos murieron a causa del Covid por el torpe manejo de la pandemia, vagando del desprecio a los cubre bocas o a las vacunas inicialmente, sustituyéndolas por los escapularios, limpias o aduciendo una “protección divina y moral” que el mismo presidente López gozaba; cosa que resultó falsa.

En los tiempos que corren la venta de uno de los más grandes bancos de México, Banamex, ha sido noticia de primera plana. De manera especial porque el presidente López puso condiciones a esa “operación entre particulares”: sólo podrían comprarlos mexicanos, por ejemplo, y el enorme patrimonio artístico que la fundación Banamex ha acumulado en el curso de los años tiene que quedarse en el país, lo cual no es nada descabellado. 

En una etapa inicial por lo menos cuatro importantes personajes del mundo empresarial mostraron interés en quedárselo: Becker Feldman de Mifel, Carlos Slim de Inbursa, Hank González de Banorte y Salinas Pliego de Banco Azteca. Uno a uno fueron separándose de la idea dejando solo al último que arribó al fuego, el señor Larrrea de Grupo México, mayormente minero.

El asunto es que Citibank, dueño de Banamex, puede vender su patrimonio a cualquier persona dispuesta a pagar el precio de avalúo o el establecido por el vendedor. El asunto también es la intención expresada por el presidente López de que su gobierno comprara Banamex con una fórmula totalmente demagoga: de los siete mil millones de dólares que pide Citibank, Lopitos se hace una rebaja de dos mil millones que se deben pagar de impuestos por la transacción y que él no pagaría no sé por qué. El gobierno pondría, no sé de dónde, tres mil millones y los otros dos mil millones se pondrían a la venta en Bolsa. 

Así, el frustrado e irrealizable Banco del Bienestar, que tiene cuatro patas, se hace de una red de sucursales ya hecha y funcional, de capital humano preparado y de bienes que no sabe administrar.

En 1982 José López Portillo sorprendió al mundo con la estatización, que no nacionalización, de la banca mexicana. 10 años después Salinas le metió reversa a la medida y una banca deteriorada y desprestigiada volvió a las manos privadas, puesto que los burócratas no son banqueros. Como tampoco son petroleros, ni generadores de energía eléctrica, ni operadores de transporte. Y sin embargo tenemos Pemex, CFE, Tren Maya en manos de políticos o –peor aún- militares que fueron formados para otras tareas.

Alguien en Nueva York le aconsejó a Citibank que, en lugar de vender a un solo cliente todo el paquete accionario, ponerlo a la venta en la bolsa.

Yo apuesto doble contra sencillo que el presidente López hará todo lo que pueda para impedir que ello suceda: quiere un banco de cuatro patas.  

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): El próximo jueves, día primero de junio, vence el plazo para que el Congreso de los Estados Unidos apruebe elevar el techo de endeudamiento que puede contraer el gobierno de Biden. Si eso no sucede, nuestro vecino entrará en una crisis financiera enorme que eventualmente llevaría a una recesión, pasando primero por una suspensión de pagos. Ell gobierno no podría pagar los sueldos de sus empleados –incluyendo los soldados-  ni la pensión de sus jubilados. Ya hubo antes una situación similar y los políticos negociaron una salida.

Ojalá que lo vuelvan a hacer.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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