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Por Félix Cortés Camarillo

Hay muchos periodistas, entre los que me incluyo, convencidos de que la detención, proceso, encarcelamiento y martirologio de Rosario Robles, partidaria añeja de Andrés Manuel López Obrador en los tiempos de la alcaldía del Distrito Federal, fue el procedimiento más sucio del uso del poder en los tiempos recientes; sí, ya sé, hay demasiados procesos aspirantes a ese mismo privilegio.

            Si me brinco esa minucia, a nadie le cabe duda que la persecución de la señora Robles fue un vengativo proceso político escondido, disfrazado en una causa criminal.

            Que quede claro que yo no defiendo la inocencia de Rosario Robles, ni creo que hoy necesite una defensa. No obstante, todas las evidencias apuntan a que la llamada Gran Estafa en realidad lo fue. De una todavía no explicada red de complicidades.

            Para los que no se acuerdan, la secretaría de Desarrollo Social que encabezaba Rosario, planteó programas de su área y se los confió a varias universidades autónomas–yo ni quiero saber cuántas y cuáles-que subrogaron esos trabajos a empresas de dudosa procedencia y, por lo que se ve, impecable futuro. Y que cobraron por ellos, pero no dieron nada a cambio.

            La persecución de Rosario Robles por el presidente López fue simplemente una venganza personal, fundamentada en una supuesta traición a la persona y el proyecto de López Obrador. Allá ellos.

Lo que es innegable es que fue un juicio político.

Tampoco inventaron el hilo negro. El primer juicio político que yo recuerdo fue en contra de Jorge Dimiitrov, un comunista búlgaro acusado falsamente de haber incendiado el parlamento alemán el Reichstag, hace años. Por ser comunista: un juicio político.

Ayer comenzó en Miami el juicio de Donald Trump. 46 acusaciones federales, en donde destaca la ilegal posesión de documentos secretos y de seguridad en sus domicilios particulares.

Igual le pueden acusar de se fumó un porro de mota hace 40 años, o que violó a una mujer –caso real que está en otros tribunales- que le metió mano a una reportera o que insultó públicamente a la Madre Teresa. Eso no importa. Este juicio es un juicio político y sus consecuencias pueden ser muy graves. Si pasa lo peor, los republicanos de los Estados Unidos, antiinmigrantes y antimexicanos estarán felices y luchones.

Que no nos quede duda: de la misma manera en que la oposición al Maximato de López no tiene una opción diferente para enfrentar a la prolongación del Cauatrote, en los Estados Unidos no hay un precandidato demócrata que pueda enfrentar a Trump. Si el pelipintado sale de este berenjenal floridano limpio, él será el próximo presidente de los Estados Unidos.

¡Ay, nanita!

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): ¿Cómo le van a hacer las corcholatas para obedecer la “sugerencia” de que en su precampaña no acudan a los medios que no son afines a la 4T y que son más bien parte de la mafia del poder? Ya Lopitos se dio cuenta de la pifia ayer y dijo que “si quieren ir con Loret, que vayan”. Ay sí, tú. Seguramente se lanzarán en parvada. Línea es línea, güey.

‎felixcortescama@gmail.com

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Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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