Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Es cordura provechosa ahorrarse disgustos. La prudencia evita muchos”
Baltasar Gracián
Prudencia María Victoria Grifell Masip fue una actriz española nacida en 1876 que vino a México en 1904, recorrió diversos países y en 1940, con la Guerra Civil española, volvió a nuestro país para permanecer aquí hasta su muerte en 1970.
Muchos quizá no la ubiquen, pero doña Prudencia fue “la otra abuelita del cine nacional”, al hacer pareja con doña Sara García y aparecer siempre interpretando roles de una mujer de avanzada edad.
Grifell fue una extraordinaria actriz que además de su legado fílmico nos dejó como herencia su nombre que es sinónimo de paciencia, tolerancia, inteligencia.
Rememoro hoy a “la otra abuelita” de todos los mexicanos pensando en el pleito que se traen el Gobernador con los diputados y alcaldes del PRIAN y pienso que los involucrados deberían rendirle homenaje a la actriz empleando no un mucho, sino un todo de su nombre a fin de resolver el conflicto que hoy tienen.
¿En quién debe caber la prudencia? En todos, pero para que esta pueda ponerse en práctica es necesario sujetarse y someterse a una actitud de absoluta cabalidad, esto es, a cumplir con los compromisos que se pacten, lo cual, a decir de una de las partes, no ha ocurrido con el bando contrario.
Han fallado tanto los acuerdos que ya no hay espacio para creer, de manera que se tiene que encontrar una fórmula que permita salvar los obstáculos y así poder reandar el camino.
De nada sirven los “testigos sociales” cuando estos son propuestos por una sola de las partes, así que eso y las mesas de diálogo son una pantomima.
Propongo, en el mejor de los ánimos, un cónclave abierto, en un lugar neutral, en donde los involucrados acudan tras una negociación (negociación no significa doblegamiento ni aceptar sin condiciones las imposiciones de una de las partes, aclaro) en la que las dos partes cedan y públicamente, transmitido todo en vivo por televisión abierta y redes sociales, todos los involucrados estampen su firma para resolver sus dilemas.
Si las dos partes aceptan y firman, por el bien de Nuevo León, quedarán bien ante la sociedad y no habrá manera de incumplir lo pactado al ser un compromiso público y hasta notariado si quieren.
Si doña Prudencia fuese su abuelita se sentiría muy complacida y celebraría gustosa invitándoles a darse un apretón de manos a fin de dar vuelta a la página y seguir trabajando en beneficio de nuestro Estado.
Ojalá y se acuerden de la abuelita.