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¿Y a Orgullo lo Tengo?

Por Félix Cortés Camarillo

El cálculo oficial del ayuntamiento de la Ciudad de México afirma que fueron 250 mil personas las que participaron en el evento llamado del Orgullo el sábado en la ciudad capital. Los observadores en la Ciudad de México afirman que fueron mucho más, y que se trató de una celebración de la conquista de respeto social a la diversidad amplísima y variada, de las preferencias sexuales.

            Desde luego que eso no es cierto. El mismo día 24 en la portada de mi diario Milenio me entero de que los machos homofóbicos mayormente de Chihuahua, Ciudad y Estado de México, Guerrero y Veracruz asesinan al año 53 mujeres trans, según dicen las ONG.

Reproduzco de memoria un chiste malo y viejo –lo escuché en la Prepa 1 de Colegio Civil en los años cincuenta del siglo pasado- habla de un varón inglés que  acude a un juez civil para que le despoje de su ciudadanía británica. Preguntado sobre los motivos de deseo tan bizarro, explica: en mi vida he presenciado como, en Inglaterra, ser homosexual era penado; poco más tarde fue tolerado. Luego pasó a ser aceptado y hoy es casi celebrado. Me voy de aquí antes de que sea obligatorio.

El chiste se sigue contando adaptado a cualquier sociedad y causando risa en las cantinas.

Otro dato, de todos conocido: pese a llamadas de atención, multas y sanciones económicas , en nuestros estadios de futbol, que incluye  estadios en los Estados Unidos, cuando el portero del equipo contrario hace un tiro de despeje, suele escucharse desde las tribunas un grito anónimo pero robusto de la palabra puto, en el supuesto significado no solamente de homosexual, sino también de pusilánime e incapaz. Todo un ramillete de flores de tolerancia hacia los diferentes, así lo sean sólo por el color de la camiseta.

No nos engañemos.

 Lo mismo en la Quinta Avenida de Nueva York, el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, o la Plaza de los Héroes en Monterrey, el desfile del Orgullo que no quiere decir su nombre porque tiene muchos, no es una celebración de triunfos. Es un vistoso espectáculo multicolor, como la bandera que le cobija, para regocijo de  “nosotros”, los que no somos así. La mayoría –creo que buga es el término que se usa para nosotros- acude a divertirse con el desfile esplendoroso de los “raritos”, de los jotos, de los maricones y las lesbianas, muchos de ellos con atuendos preciosos y actitud abierta. Son los freaks de nuestro tiempo, cuando ya no hay ferias con mujeres barbadas, enanos graciosos o la mujer araña que fue transformada en “eso” por desobedecer a sus padres.

Y algunos de nosotros podemos marchar a su lado, como constancia de nuestra ética pureza. Falso de nuevo. En los sitios de trabajo, los que “salen del closet” no ganan lo mismo de los que se quedan dentro, aunque hagan mejor sus funciones.

No soy aguafiestas. Me da mucho gusto que “los diferentes” -entre los que hay muy, muy amados miembros de mi estirpe- hayan logrado avanzar en su camino a la igualdad. Nada más que no han llegado a la meta. La fiesta debe ser más tarde.

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): No puedo evitar el asombro de Chumel Torres y su pandilla, que no me pierdo en Telefórmula antes de Joaquín, sobre el explicable enriquecimiento de Hernández y los caricaturistas que fueron críticos del poder. Ese grupo fundó la revista El Chamuco –heredera de La Garrapata de Rius “el azote de los bueyes”- y siguieron publicando cartones donde se los aceptaban, sin abandonar el acre espíritu crítico. Más, hete aquí que llegó la 4T con la pachocha que le dejaron “los de antes”, y más de uno de esos excelentes dibujantes, agudos e inteligentes satíricos se convirtió en propagandista del régimen. Y obtuvieron en la televisión de estado un programa bastante aburrido, por cierto, El Chamuco. Es una chamba, entiéndanlo. Anda por ahí la historia, que nadie podrá demostrar, de las multimillonarias ganancias de José Hernández al través de una empresa que tiene una revista que publica caricaturas. Así como nadie puede demostrarlo, nadie duda del topillo.

            Lo que a mí me asombra es el asombro de los asombrados. ¿Ya se les olvidó el “préstamo” de 150 millones de pesos que el presidente López le dio a su publicista de cabecera Epigmenio Ibarra para fortalecer su productora de contenidos visuales Argos? Sí, ese señor que sale todos los miércoles con Ciro para hacer una exégesis de la mañanera para principiantes.

            ¿Cuál es, Chumel, la sorpresa?

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

Vía / Autor:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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