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Por Félix Cortés Camarillo

¡Critón: le debemos un gallo a Asclepio. Paga la deuda, que no se te olvide! Según las obras completas de Platón, esas fueron las últimas palabras de Sócrates, mientras el veneno iba subiendo en sus efectos, ya tenía las piernas insensibles y comenzaba a morírsele el vientre. El verdugo iba verificando el avance de la muerte ante una decena de discípulos fieles del filósofo en la celda, cuando éste se descubrió la cara para dar esa, su última instrucción.

Me refiero al llamado diálogo Fedón, o del Alma, que recoge lo que se discutió el último día de vida de Sócrates, además de describir detalladamente su ejecución y muerte. Estaban presentes Fedón -mancebo esclavo liberado que por su edad llevaba cabello largo- Critón, cuyos criados sacaron de la celda  a Jantipa, la mujer de Sócrates que lloraba a todo pulmón, Apolodoro, así como Simmias y Cebes, que habían ofrecido fuertes sumas de dinero para facilitar la huida del filósofo durante su enjuiciamiento por perversión de jóvenes y herejía. El ofrecimiento fue rotundamente rechazado por el filósofo.

Aparte de la descripción de su muerte, el texto recoge una amplia disertación sobre la ecuación vida-cuerpo-alma y, naturalmente el fenómeno de la muerte. Sócrates defiende su propia muerte alegando la persistencia del alma luego de la muerte del cuerpo. Ese precepto, enunciado hace 24 siglos, ha sido esgrimido por el cristianismo para sustentar la idea de vida eterna y eventualmente la resurección. Por eso el griego bebe el veneno de la copa que le trae el verdugo sin titubeos e incluso con cierto gozo: su alma irá al Hades y se encontrará con venerables pensadores que le precedieron, así como víctimas de juicios malevos como el suyo.

Personalmente, no me place ocuparme de ese dilema, aunque estoy convencido de que la muerte es la única certeza absoluta que tenemos los seres vivos: la dialéctica de Sócrates lo desarrolla. Existe la muerte porque está implícita en la existencia de la vida. Pero de lo que estoy cierto es que el único beneficio de morirse es la cantidad de elogios a la persona del difunto que comienzan inmediatamente. No hay muerto malo, y todos coinciden en resaltar las virtudes del fallecido. Lástima de que cuando yo muera no podré escuchar todos los rasgos bellos de mi persona, ejercicio profesional, vida familiar y amistosa y hasta mi agradable presencia. No conozco los elogios que de Sócrates hayan hecho sus principales acusadores, Meleto, en nombre de los poetas, Anito en nombre de los artesanos y Licón por parte de los oradores. Pero estoy seguro de que fueron generosos en sus alabanzas.

Ayer por la mañana me enteré de la muerte de Porfirio Alejandro Muñoz Ledo y Lazo de la Vega, referente inevitable de la vida política de Méxco en los últimos 70 años, casi el último de la ola del Echeverrismo que seguía con vida, al lado de Augusto Gómez Villanueva; compañero de generación en la UNAM de Miguel Alemán Velasco y Mario Moya Palencia (los tres hicieron un periódico universitario) y uno de los impulsores del inicio de la debacle del PRI al fundar con unos más la corriente democrática que devino el surgimiento del PRD y finalmente de Morena.

El torrente de muestras de admiración hacia Porfirio se desató de inmediato y todo mundo le reconoció sus dotes de orador, habilidad negociadora, capacidad de convocatoria, rectitud y valentía especialmente en su separación y crítica de su correligionario de ayer, de generación Andrés Manuel López Obrador, así como muchas otras insospechadas virtudes.

Precisamente a Andrés Manuel López Obrador la muerte de Muñoz Ledo le proporciona una oportunidad única de modificar su discurso insolente e intolerante, si le reconociera a su contlapache de antier algún mérito en la evolución de México hacia la democracia, mérito que sí tiene.

Pero yo apostaría que Lopitos no irá más allá del tibio mensaje que puso en twitter consignando el fallecimiento.

¿Apostamos?

PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Escuchado en la Cadena SER de radio, dese Madrid: “Al nueve por ciento de las familias españolas no le alcanzan sus ingresos para cubrir sus necesidades esenciales”. Y nosotros aquí en México, país próspero y justo, tan felices y contentos.

‎felixcortescama@gmail.com

Fuente:

// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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