Por Félix Cortés Camarillo
El éxito en taquilla de la película Oppenheimer sobre el desarrollo de la bomba atómica ha vuelto a poner sobre la mesa universal la asignatura pendiente que nuestra humanidad contrajo hace 78 años que se están cumpliendo precisamente ahora, el seis y el nueve de agosto: fue en esos días del año 1945 que los Estados Unidos ordenaron dejar caer la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en el sur de Japón. El dilema moral de la muerte múltiple en la guerra por medio de la bomba atómica.
El Niño y El Gordo fueron los apodos que el humor hiriente de los norteamericanos puso a los dos artefactos a consecuencia de cuyas explosiones el imperio japonés se rindió y terminó el último capítulo de la Segunda Guerra Mundial. Inmediatamente el ser humano se echó encima la difícil tarea de no volver a utilizar este mortífero instrumento. Por su propio bien, aunque los políticos de las grandes potencias siguen utilizando su arsenal nuclear supuesto o real como arma de presión política, ante cualquier situación política tensa.
Hay otras consecuencias: más de un cuarto de millón de personas perdió en Japón la vida a consecuencia de las explosiones directamente, o como resultado posterior de las diferentes variables del cáncer desarrolladas a partir de la exposición a la radioactividad.
Hibakusha es el término que se usa en Japón para nombrar a los sobrevivientes a los bombardeos de agosto de 1945. Sus testimonios de primera mano son valiosos y socialmente muy estimados pero lógicamente cada vez más escasos. Por ello ha surgido una nueva generación de activistas de mediana y tercera edad que se dedican a recopilar los testimonios orales de los hibukasha, los memorizan y los representan ante audiencias, particularmente jóvenes. Se trata de que no desaparezca el testimonio de la más terrible tragedia nacional nipona.
Pero hay algo más que eso: movilizar a la humanidad para que el deseo lógico de limitar las armas nucleares y eventualmente deshacerse de ellos por la terrible mortandad que implican.
Con poca esperanza.
En mayo pasado, precisamente en Hiroshima, tuvo lugar la reunión del grupo G7, en el que se incluyen casualmente Japón y los Estados Unidos. Se les pidió un compromiso, un pronunciamiento al menos en contra de las armas atómicas. Con la creciente influencia del conservadurismo radical republicano en los Estados Unidos y el desquiciado que encabeza el gobierno de Rusia con sus afanes imperiales, poca probabilidad hay de que el mundo entre en razón.
78 años después.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Esta semana Luis Donaldo Colosio Riojas habrá de decidir -prometió- si escucha o no el canto de las sirenas que desde Palacio Nacional le lanzo a él y a su compadre Samuel García para que con su participación en las elecciones presidenciales del año que viene y por parte del Movimiento Ciudadano, aniquilen toda posibilidad de sacar al cuatrote de Palacio Nacional.
Ya veremos, dijo un ciego.
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