Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Las ciudades, como los sueños, están construidas de deseos
y de miedos, aunque el hilo de su discurso sea secreto, sus reglas
absurdas, sus perspectivas engañosas, y toda cosa esconda otra”
Italo Calvino
En ocasiones es importante tomar distancia para poder observar desde la perspectiva las cosas y darte cuenta de detalles que en el día a día no puedes percibir.
Hace unos días charlando con mi hijo que vive en el extranjero y que está aquí de vacaciones, me hizo caer en conclusión de que uno de los principales problemas que tenemos como sociedad es la falta de continuidad en los gobiernos.
Sé que alguna vez lo he comentado anteriormente, pero enfocado a un nivel en lo particular, pero cuando lo miras desde la distancia te das cuenta de que por igual, los gobiernos federal, estatal o municipal, todos pecan del mismo error, de pretender borrar el pasado buscando imprimir un sello a sus acciones, sin darse cuenta de que al borrar lo anterior le están dando en la torre a toda una inversión que como sociedad hemos hecho.
Y es entonces cuando me cuestiono, ¿para qué diantres sirve el periodo de transición entre administraciones? Si no son capaces de darse cuenta de los planes, programas, proyectos y acciones que vale la pena conservar, ¿cuál es el maldito huevo de desaparecerlo todo?
Tendríamos que encontrar como sociedad un mecanismo que nos permita trascender, perpetuar aquellas cosas que valgan la pena e impedir que un nuevo gobierno llegue y por sus calzones las borre de un plumazo. Es tiempo ya de construir una administración pública, en todos los niveles, de un nivel superior, que evaluada mediante mecanismos científicos deba mantenerse le guste o no a los recién llegados.
Sólo así podremos avanzar, porque este experimento de cambiarlo todo cada tres o seis años, nos termina costando carísimo a los ciudadanos y es el cuento de nunca acabar.