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Sin proyecto de nación, la educación no sirve

Por Carlos Chavarría

Si no consensuamos qué proyecto de país queremos y necesitamos, no podemos hablar de proyecto educativo, mucho menos estaremos en posibilidad de sentarnos a dirimir que contenidos deberían tener los textos y programas que apoyarían el esfuerzo educativo. Como el país, el ideal pedagógico no puede inventarse cada 6 años.

Tampoco tendría éxito un programa educativo, en un país de 130 millones de habitantes, en el que se reunieran un grupo de orquestadores centrales, no representativo de la sociedad y que sin revelarlo, ellos buscan un proyecto de nación cuyo derrotero atiende solo a sus devaneos ideológicos asociados al poder en turno. Lo único que inspiran es un ambiente conspiratorio que nos aleja del acuerdo necesario.

Resulta inexplicable porque se trata de crear contradicciones entre el propósito individual de la educación y su propósito social. En un estado garantista, que va creando mas derechos cada vez, se requiere que el país y sus excedentes distribuibles se mantengan en la senda del crecimiento y eso obliga a educar para el hacer.

La situación y preocupación de los jóvenes siempre cambiará mucho respecto a la de sus padres y lo que de ellos se espera. Pero habrá cosas centrales constantes. Prepararse para competir en un mercado profesional cada vez mas complejo y demandante, y al mismo tiempo abrir los espacios para su empatía, que los lleva a cambiar un orden político y cultural, que genera situaciones de excesivo estrés material, emocional y espiritual.

La educación es un proceso continuo de crecimiento personal en convivencia, que los nutre de vivencias y que van conformando su acoplamiento con el mundo en el que les toca y el que habrán de construir. Imposible hablar de educación cuando ésta se ata a un espacio no de convivencia, que es dinámico por su propia naturaleza, sino absurdos tales como el suponer que alterando el género en las palabras mejorará la condición real de algunos sectores de la población. ¿O acaso hay menos asesinatos de mujeres porque ya está tipificado el feminicidio?

Si algo distingue al mundo actual y su futuro es que los espacios de permanencia son cada vez más estrechos y la transitoriedad obstruye la intención de trascender. La educación es para servir, primero al educando en la realización de sus proyectos de vida. Demostraría una gran arrogancia aquel que pretenda estandarizar las preferencias individuales bajo un sólo concepto predeterminado, todo por un estado omnipotente y omnipresente, todo dizque en bien de la comunidad.

El conocer es la función más importante para que toda persona pueda desenvolverse con respeto hacia los demás en convivencia y hacia el mundo en general. Invitar al quehacer dentro de una fantasía que se vive, pero que no existe es un despropósito, habida cuenta de la posterior dolorosa y frustrante confrontación con la realidad.

La competencia es innata al ser humano. Competir no significa la negación del otro, creer esto, demuestra desconocer las motivaciones de toda acción humana, la cual tiene sus raíces en la función natural de persistencia y supervivencia como especie.

Aspirar a ser mejor en el hacer y en el pensar no atenta contra la sociedad o la convivencia. La humanidad se desarrolló porque quizás no más de 100 individuos desearon conocer y hacer más de lo que les dictaba el status quo del momento.

Cuando Gutenberg inventa los tipos móviles lo hizo contra la voluntad del oscurantismo religioso, que impedía la dispersión del conocimiento, Gutenberg esperaba por supuesto hacer algo de dinero (que no consiguió por cierto), pero su impacto en la educación masiva de la civilización es innegable.

Todos los proyectos colectivistas latinoamericanos han fracasado porque no se trata de igualarnos hacia abajo sino hacia arriba y jalar a todo el conjunto humano hacia la superación personal, eso sólo puede lograrse con la educación y la reflexión objetivas. Por desgracia, eso es un atentado al diseño de los gobiernos, que pretendiendo tutelarlo todo, acaban por sujetar toda acción deliberada individual a través de estándares normativos de grupos de poder político que se le vinculan como remoras oportunistas y resentidas.

“Es este miedo lo que nos lleva a la negación del otro, a la intolerancia, a la desconfianza, a la falta de reflexión, y a la aceptación del uso de la autoridad en vez de la conversación y el acuerdo como modos de convivencia. Esa enfermedad da por resultado el autoritarismo que surge en cada uno de nosotros con la pérdida de la confianza en nuestra capacidad de convivencia democrática, o la obediencia y sumisión a un designio impuesto y ajeno a la acción de nuestra reflexión”, Humberto Maturana.

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Vía / Autor:

// Carlos Chavarría

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Autor: lostubos
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