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Samuel, Martha y la pobreza

Por José Jaime Ruiz

“El primer hombre a quien, cercando un terreno, se le ocurrió decir esto es mío y halló gentes bastante simples para creerle fue el verdadero fundador de la sociedad civil. ¡Cuántos crímenes, guerras, asesinatos; cuántas miserias y horrores habría evitado al género humano aquel que hubiese gritado a sus semejantes, ¡arrancando las estacas de la cerca o cubriendo el foso!: «¡Guardaos de escuchar a este impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son de todos y la tierra de nadie!».”

Fue así como J. J. Rousseau desenmascaró el origen de la desigualdad entre los seres humanos, más acá de la desigualdad, o diferencias, naturales (“Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”, 1754).

Siglos después la desigualdad no es un tema, ES el tema, el tema de América Latina y sus desafíos: “En principio, buscamos enmarcar este intento en la necesidad de recuperar un horizonte de utopía, el de la modernidad occidental, que se vio pervertido por el socialismo real y entró en crisis profunda. La primera clave nos plantea que deberíamos aspirar a una sociedad que generase empleo y no trabajo. Como vimos, la modernización globalizada impuso la precarización salarial. Sería necesario pensar en un nuevo contrato social dentro del mundo laboral que desprecarizase al máximo y que no pudiese ser un retorno al contrato del empleo formal, porque las condiciones históricas no son las mismas. El gran desafío es que este contrato devenga viable en esa parte del tejido socioproductivo en que se concentra la gran mayoría de la ocupación: las pequeñas y medianas empresas. Al respecto, habría que ver lo que se puede aprender de algunas de las experiencias de desprecarización llevadas a cabo en países con gobiernos “posneoliberales” (en concreto, los del Atlántico Sur). La segunda clave nos sugiere tres grandes desafíos. El primero es el de un mercado de capitales accesible a los propietarios pequeños que vaya más allá de las restricciones del microcrédito y de la retórica del ‘emprendedurismo’. El segundo: plantearse si es posible otro modelo de ‘extractivismo’ que no atente contra la naturaleza y respete los derechos de las comunidades asentadas en los respectivos territorios. Y tercero, hay que pensar en nuevas formas de organización de las actividades económicas que permitan reabsorber el excedente laboral, especialmente aquel que devino afuncional como masa marginal, y ofrecer alternativas al excedente disfuncional; es decir, hay que repensar la economía más allá de la búsqueda de la competitividad, con la mirada más en la sociedad y menos en el mercado global” (“Una historia de la desigualdad en América Latina”. Juan Pablo Pérez Sáinz. Siglo XXI Editores).

En las cifras sobre la pobreza arrojadas recientemente por el Coneval hay un mesurado optimismo. De acuerdo con esos resultados, en Nuevo León la pobreza disminuyó un 8.3%, es decir que 453 mil personas salieron de esta condición, mientras que la pobreza extrema se redujo en un 50% al pasar del 2.1% a 1.1%, en el mismo lapso, lo que equivale a una disminución de 59 mil personas, según el informe proporcionado por la secretaria de Igualdad e Inclusión, Martha Herrera.

Es muy probable que la inversión extranjera y la inversión económica no tengan precedentes en Nuevo León y, sin embargo, si no van de la mano con la inversión social, con la inclusión y la diversidad, de poco sirven socialmente. El énfasis de todo gobierno que se crea socialmente responsable es atacar la desigualdad. Esa es la gran tarea del gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda y de Martha Herrera. Y, así, este siglo será roussoniano o no será.

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// José Jaime Ruiz

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Autor: lostubos
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