Por Francisco Tijerina Elguezabal
“Somos engañados por la apariencia de la verdad”
Horacio
Y de nuevo, pese a las múltiples promesas del Club y los gobiernos, volvió a ocurrir. Otra vez los trogloditas fanáticos del Club de Futbol Monterrey desquitaron su frustración por la derrota de su equipo, pero también dejaron ver sus traumas y nula educación al golpear salvajemente a varias personas.
El tema no es nuevo y sigue ocurriendo gracias a la impunidad que los agresores creen que tienen, pero sobre todo a la facilidad con la que a pesar de ser consignados, salen de la cárcel en muy poco tiempo.
No es la ingesta de alcohol, como muchos presumen, lo que los aloca y los convierte en energúmenos; ya vimos, hace algunos años, como mucho antes de un Clásico un barrista no dudó en atropellar con su auto a los porristas del equipo contrario.
Los comunicados del Club intentando deslindarse y prometiendo apoyo a la autoridad suenan huecos, vacíos, porque son una vil mentira, porque el famoso “Fan-ID” no ha servido de un carajo.
Es tiempo de tomar acciones concretas y contundentes, ponerse serios y asumir responsabilidades.
Por principio, “la voz” del estadio tiene que dejar de estar “calentando” a los asistentes y provocando el enardecimiento colectivo; una cosa es “animar” y otra arengarlos. En el mismo sentido de responsabilidad deben de actuar periodistas y medios, que buena culpa tienen.
Pero sobre todo, quienes debe asumir responsabilidades son el Club y la Liga.
Sería ideal el que a esa bola de desadaptados sociales los mantuvieran encerrados en el estadio al término de cada partido por espacio de una hora y después dejarlos salir en grupos pequeños, concentrando a elementos de seguridad y policías en la salida para, como en el rancho, “arrearlos” a fin de que no se detengan hasta muy lejos de las inmediaciones.
Pero lo principal sería el pegarle al Club en donde le duele, en la chequera, para que tome verdaderas acciones sobre este tema, vetando el estadio varias fechas, lo que generaría el repudio de los buenos aficionados que se verán afectados por los menos, de suerte que se encargarán ellos mismos de ponerlos en orden cuando quieran transformarse en trogloditas.
Si ya sabemos qué es lo que ocurre cada vez que pierden y cómo se vuelven locos cuando pierden con un equipo de menos jerarquía, nuestras autoridades deberían tener preparados protocolos para impedir que salgan como turba a arrasar con todo lo que encuentren.
No bastan los discursos y los buenos propósitos, es tiempo de demostrar con hechos y acciones la voluntad de brindar seguridad a los verdaderos aficionados y sus familias.