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Por Félix Cortés Camarillo

Sugiero hacer un supositorio, como corresponde a tal tiene que ser totalmente arbitrario, caprichoso y molesto. Tal vez nos explique la conducta de Alito Moreno, que muchos ya creemos tener muy clara. 

En las elecciones del año próximo hay un voto pro-Amlo, independientemente de quién o quienes sean los candidatos de Morena a los diversos cargos. Numéricamente, se constituye de manera principal por ciudadanos de edad mayor e ingreso reducido. Al haber sido beneficiarios de los estímulos de beneficencia social que el presidente López se sienten agradecidos y se les ha hecho saber que están comprometidos con su voto por el Mesías. Además de ellos, ciertos sectores de la clase media-baja, especialmente jóvenes, para los que el discurso populista siempre ha sido bienvenido. Agréguese aquí a los que son seguidores de Lopitos desde hace tres elecciones y su inercia. Ahí hay ciudadanos de clase media y media alta, conozco a algunos.

Del otro lado, en el voto anti-Amlo están desde luego los integrantes de la clase dominante en serio: los empresarios fuertes, frecuentes ataques de Palacio. Sus números son irrelevantes pero tienen y ejercen cierto liderazgo moderado entre afines.

Para mí tengo –sin sustento estadístico alguno- que las elecciones de 2024 las decidirán los votos de la clase media. A pesar de que su volumen durante estos últimos cinco años se ha visto mermado: muchos han tenido que migrar a la categoría de pobreza. Aunque los pobres son menos, los de pobreza extrema subieron su índice. Ahí hay rencor. La clase media ha sido insultada por pretender tener una mejor vida, dos pares de zapatos, una casa, un carro, mejor educación. Son fifís, dicen en Palacio. Eso cala.

Rencor efectivo hay en la clase media mexicana. Ahí estamos los que no sentimos el golpe de la inflación en las estadísticas de los informativos sino en la caja del supermercado o en el pago de tantos otros servicios. Los que tenemos que comprar las medicinas necesarias por no tener acceso a los servicios de salud tan proclamados o por no tener ellos en existencia los fármacos. La clase media es la que sufre mayormente la crisis de violencia que invade al país en manos de la delincuencia organizada y la que no lo está. Cuando durante el ‘Echeverriato’ surgieron los secuestros escandalosos, a la clase media no le asustaban. Nuestros apellidos no salían en las páginas de sociales o de las altas finanzas de los periódicos. Hoy, esa situación no es así, y el secuestro no es la única práctica delictiva que ha visto incrementados sus índices en porcentajes escandalosos.

La seguridad, la salud y la economía son los tres principales que diezman la clase media. Lógico sería que se volcara a las urnas el año próximo para expresar nuevamente, como lo hizo cuando el hartazgo del gobierno llevó a Fox o a López Obrador a la presidencia, la necesidad de un cambio en el rumbo. 

No nos interesa un tipo de cambio sino un cambio de tipo. El problema es que tradicionalmente y en todas partes es mucho más fácil la crítica de sobremesa que la acción, así sea mínima. La clase media vota poco. Se la ha pasado diciendo, con razón, que hay fraudes, ineficacia en el sistema y que su voto no será tomado en cuenta.

Si los aspirantes a gobernarnos pueden vencer esa indolencia, la historia va a cambiar realmente y no sólo en los discursos de la mañanera.

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Aquí en Nuevo León el gobernador Samuel va a quitar el tapón de la presa de El Cuchillo para llenar las tuberías del acueducto del mismo nombre, pero número 2, que en tres semanas vendrá a inaugurar pomposamente el pomposo presidente López para que los regios tengamos agua en abundancia. El problema es que, a la fecha de quitar el tapón la presa El Cuchillo está a un tercio de su capacidad.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: lostubos
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