La ganadora que no quería competir ha transitado por la política desde abajo hasta arriba, siempre al lado de López Obrador… pero mostrando capacidad de autonomía.
Aquella noche, Claudia Sheinbaum lucía amable, atenta, receptiva a la conversación con un grupo de unos ocho cineastas mexicanos; publica MILENIO.
“Yo no quería ser candidata a jefa de Gobierno, lo hago porque me lo pidió Andrés Manuel”, se sinceró ante los asistentes, días antes del inicio de las campañas, en 2018.
Se habían reunido en casa de uno ellos, en zonas altas del poniente de Ciudad de México, para que pudiera tomar puntos de vista para su proyecto de política cultural. Con ese estilo que raya con la timidez, dejó claros su cercanía y afecto a López Obrador.
Cinco años y medio más tarde, la gran promesa de Claudia es darle continuidad al proyecto iniciado por el actual presidente de la República.
“A mí me enseñó a gobernar Andrés Manuel López Obrador”, ha declarado. Y desde que fue incluida por el propio mandatario entre sus cartas de reemplazo, los observadores han señalado que en gestos y argumentos ha enfatizado su semejanza a él.
No son pocos los que se preguntan, sin embargo, si en caso de llegar a la Presidencia, Sheinbaum desarrollará con el tiempo –si no es que de inmediato– lo que el clásico politólogo e historiador mexicano Daniel Cosío Villegas llamó “el estilo personal de gobernar” de quienes ocupan la cabeza de un sistema político de tradición fuertemente presidencialista, distinto del de su mentor.
Seguramente no en términos de confrontación con él, que no ha dejado de insistir en su retiro total de la actividad política –pública y privada–, tan pronto abandone el cargo. Pero sí con prioridades y acentos propios, derivados del carácter de su liderazgo, de su formación académica y de matices ideológicos. De manera que su sexenio podría pasar de un “obradorismo 2” a un “obradorismo-sheinbaumismo”.
Estricta, vertical y exigente en resultados, según colaboradores cercanos; dada a la microgestión y la verificación de reportes, la doctora en Ingeniería Energética hace reflejar su formación científica en sus métodos de mando. A diferencia de AMLO, para ella, en sus colaboradores la eficiencia es tanto o más importante que la lealtad.
Igualmente, su desarrollo político ha sido sobre todo clasemediero y urbano, desde el activismo universitario hasta su desempeño en distintas áreas de la administración pública de la capital del país, por contraste con el ambiente rural e indígena en el que se formó López Obrador en su juventud.
De aquí, por ejemplo, uno de los pocos ámbitos de distinción que ha adelantado Sheinbaum respecto a su proyecto: el del medio ambiente y las energías limpias, que en el actual sexenio no han sido una preocupación destacada (desde 2007, ella es parte del Comité de Energía e Industria del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU).
Otro tiene que ver con las causas de género, que el movimiento feminista ha señalado como poco atendidas en este gobierno: los eslóganes de la aspirante proclaman que “es tiempo de mujeres” y “México con M de mujer”.
Autonomía pandémica
Desde que usó cubrebocas en eventos públicos, mientras el presidente denunciaba que quienes le pedían que se lo pusiera lo trataban de callar, la entonces jefa de Gobierno de Ciudad de México marcó diferencias locales en la estrategia contra la pandemia. En algunos puntos, llegó incluso a contradecir o ignorar decisiones de la Secretaría de Salud federal.
Su popularidad creció significativamente al mostrarse como una mandataria que enfrentaba la emergencia con autonomía y autoridad tanto política como científica, sin distraerse en polémicas y diatribas. Su gestión marcó un profundo contraste con otras capitales nacionales del Hemisferio Occidental: la megalópolis mexicana impuso restricciones comparativamente leves, empezó tempranamente su levantamiento gradual y salió de la crisis sanitaria sin haberles infligido penares económicos y sociales leoninos a sus poblaciones más vulnerables.
Si existió el riesgo, a final de cuentas su disidencia pandémica no le costó alejarse de López Obrador. Al contrario, fue a partir de ella que se fortaleció su imagen pública de presidenciable. Y AMLO la acogió en el grupo de las que él llamó “corcholatas” –posibles sucesores–, de tal manera que muchos observadores la consideraron su favorita.
Cerca de AMLO
Algunos la consideran, de hecho, “obradoristamente pura”, porque no vagó por otros partidos ni tuvo más mentores. Nacida el 24 de junio de 1962, fue protagonista del movimiento estudiantil que hizo la huelga de la UNAM de 1986-87, ingresó al PRD en su fundación en 1989, a los 22 años, y a la llegada del líder tabasqueño a la capital para dirigir el partido, se aproximó a él, que en 2000 ganó la jefatura de Gobierno del Distrito Federal y la designó secretaria del Medio Ambiente cuando Sheinbaum tenía sólo 38 años.
Después acompañó a AMLO ante el desafuero en 2005; como portavoz de su campaña en 2006; en la resistencia contra el presunto fraude electoral de ese año y como “secretaria de Defensa del Patrimonio Nacional” en su “gobierno legítimo”; en la fundación de Morena, en 2011, y propuesta para secretaria de Medio Ambiente del gabinete que él hubiera formado de ganar las presidenciales de 2012. En 2015, ganó la delegación Tlalpan y en 2018, fue la primera mujer electa para ocupar la jefatura de Gobierno de CDMX.
La tragedia del Metro
Su gestión en la capital no ha estado falta de polémicas, por supuesto. En la pandemia, políticos de oposición le adjudicaron muertes por Covid-19 y otras enfermedades, aunque era imposible distinguir cuáles eran inevitables y cuáles serían atribuibles a decisiones políticas presuntamente equivocadas.
Su pesadilla, en todo caso, ha estado en el Metro, uno de los sistemas de transporte más grandes y complejos del mundo, plagado por insuficiencias y fallas que unos adjudican a la herencia de administraciones pasadas y otros, a presupuestos insuficientes para el mantenimiento.
En un espacio de controversia quedó el colapso de la Línea 12 de mayo de 2021, con saldo de 27 muertos y 80 heridos. Se buscaron responsabilidades en tres administraciones: la de Marcelo Ebrard, por haberla construido con premura excesiva y errores; la de Miguel Ángel Mancera, por no haber corregido debidamente fallas detectados ni las consecuencias del terremoto de 2017; y la de Sheinbaum, por no atender los problemas que le dejaron sus antecesores. Al final, las responsabilidades políticas se diluyeron hasta quedar en las empresas y técnicos a cargo de la obra inicial.
Los observadores interpretaron que el presidente, previendo que sus opciones preferentes, Sheinbaum y Ebrard, pudieran ser descarriladas por la tragedia del Metro, abrió la baraja para incluir más posibles sucesores.
Durante las giras para obtener la estafeta presidencial de Morena, Claudia mostró el esfuerzo y la resiliencia de quien verdaderamente quiere cruzar la meta en primer sitio.
Imagen portada: Jorge Carballo | MILENIO