Por Francisco Tijerina Elguezabal
Y como ha sucedido desde hace tiempo, el círculo se completa y vuelve a empezar de nuevo, los distintos frentes comenzarán a luchar para hacerse notar y lograr las candidaturas para el proceso del año entrante.
¿Quién define, quién decide, quién manda al interior de Morena en Nuevo León?
Existe un grupo visible que apoyó la candidatura de Claudia Sheinbaum y que sería, en la teoría, el que contaría con la aprobación inicial para ocupar las nominaciones, sin embargo ese pequeño grupo de colaboradores no alcanza para cubrir todas las candidaturas en juego y es aquí donde empiezan los asegunes.
Morena, como movimiento político, no tiene una cabeza visible en Nuevo León, su dirigencia carece de fuerza y liderazgo, de manera que pensar en que puedan ser ellos quienes definan los nombres y cargos de quienes aparecerán en las boletas en el 2024 suena ilógico.
No será aquí, el asunto se verá en la CDMX.
Sin embargo el problema de siempre persiste, hay muchos dueños, muchos generales y poca tropa, todos se sienten con méritos para exigir el muy cantado “a mí me toca” y al mismo tono de alguna lideresa en Tabasco: “nosotros somos más y somos muchos” pueden fracturar el movimiento.
Sería idea que los líderes virtuales, apoyados desde la capital por la portadora del “Bastón de Mando”, comenzaran por impulsar la figura de una persona que encabece el movimiento y sostenerla, contra viento y marea, para organizar las tropas, si de verdad quieren obtener resultados positivos en los próximos comicios.
El problema data desde el inicio de las cosas, cuando aceptaron a cualquiera, sin importar pasados ni antecedentes, cuando lo que buscaban era sumar adeptos y así llegaron “de chile, de dulce y de manteca” y en esto, como en todas las cosas, deben existir niveles.
Porque el sistema de tenerlos a todos evitando designar una dirigencia termina por no tener a nadie, ya que a la hora buena los que no son los elegidos terminan por voltearse y trabajar no a favor de los contrincantes, sino en contra de sus propios colores con tal de fregar a sus “enemigos”, aunque sean del mismo color.
Contar con un liderazgo con carisma y fuerza sería lo ideal, una dirigencia incuestionable, un mando que con sutileza, pero al mismo tiempo con fuerza, encauce los esfuerzos y defina el rumbo.
Porque de seguir como están el asunto acabará como siempre, en una batalla campal en la que nunca se pondrán de acuerdo. Hoy la doctora Sheinbaum y su equipo tienen el tiempo justo para resolver el problema histórico de Nuevo León y darle de una vez a su movimiento personalidad y fuerza, esa que necesitan para hacer un buen papel en el 2024.