Por Carlos Chavarría
Durante estos cinco años de la administración federal que transcurre, hemos sido testigos y sujetos del más puro ejemplo de la nueva pero mala política, que ya se adaptó a la inmediatez de las redes sociales con la intención de sesgarlo todo, para construir en la mente y opinión colectiva las creencias que le convienen a los propósitos de cada agente político y económico.
Mediante información desviada, insuficiente o francamente “fake”, se busca profundizar en el sesgo afirmativo, que solo observa los hechos y evidencias que coinciden con las creencias de cada público de interés. Todo a sabiendas de que al final solo se sembrarán grandes mentiras en la razón colectiva con todos los riesgos de frustración implicados.
Prueba de que ya se está trabajando con esta estrategia tan desgastante y peligrosa, es el hecho de que nadie para detenerse en los hechos y las evidencias, por ejemplo, el que todos los actores políticos con interés electoral violan flagrantemente las leyes de la materia y ni siquiera la autoridad electoral se le ve disposición para atender causas, efectos y correctivos suficientes.
La negación y el sesgo reinan en la civilización de nuestra generación y ya pudimos percatarnos de sus nefastos efectos con el desastre del COVID, provocado por ambas cualidades negativas de nuestra mente.
En el 2024 se multiplicará la complejidad. En primer lugar por ser a primera elección operada desde un régimen mexicano que surgió de la antes oposición y que no parece dispuesto a someterse a las reglas que los mismos promovieron.
Estamos en una economía colgada de alfileres, que no crece y cuyo equilibrio depende totalmente del comercio exterior con un solo país y del flujo recibido por el debilitamiento del dólar americano y las muy altas tasas de interés que pagamos para mantenerlo.
Coincidirán los procesos electorales de México y los EEUU, recreando el mismo ambiente de hostilidad que ocurrió cuando Trump fue electo en aquel país. Sumemos las tensiones dentro del G20 por el asunto de Rusia-China y podremos aquilatar el peso de negar hechos y evidencias.
Aunque no quisiéramos que tuvieran problemas en 2024, también nuestras elecciones se verán ensuciadas por el desastre político económico que sucederá en Argentina, que aunque no se quiera incidirá con fuerza en la línea ideológica del Grupo de Sao Pablo [https://forodesaopaulo.org/partidos/] y el Grupo de Puebla [https://www.grupodepuebla.org], con los que simpatiza MORENA y el oficialismo mexicano.
Los seudo socialistas mexicanos, agazapados mediante un discurso de ocultamiento de intenciones, presionarán la toma de posiciones del gobierno y el discurso electoral.
Crear una “URSS” en America Latina, como lo proponen los creadores del Socialismo del Siglo XXI, no parece ser la medida más prudente para arrastrar a nuestro país y menos durante el proceso electoral el 2024 y sin debate abierto con la sociedad mexicana. [https://www.ithala.com.br/wp-content/uploads/2022/03/ebook-mulheres-no-direito-internacional-volume-1-larissa-ramina.pdf].
Si bien es de esperarse que en política las pasiones jueguen un lugar relevante, el proceso electoral que ya inició, estará dominado por el enjuiciamiento político, cuya principal fuente será emocional, y será dirigido por el más notorio emotivista político que tenemos, el propio presidente López Obrador, gran conocedor de los sesgos que inspiran a las creencias de los mexicanos de a pie.
Si bien los hechos para ser considerados como tales deben ser verdad, en la política siempre habrá a la mano hechos alternativos para retratar, incluso usando los mismos razonamientos por todas las entidades opositoras, así que será muy difícil asegurar elecciones “limpias” y convincentes. Ahí está el riesgo mayor.
“Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizás no merezcamos existir”. José Saramago.
