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Por José Francisco Villarreal

Las fiestas patrias, emotivas siempre son, pero cada vez menos para mí. Yo nunca he sido particularmente efusivo. Batallo mucho para sumarme a la euforia colectiva. Tal vez podría ser un buen general, pero como soldado sería pésimo, porque no me arrastra la masa, aunque comparta sus objetivos. Una amiga dice que es porque soy un “macho sigma”. No sé qué sea eso, se oye misterioso y sexy, pero creo que tiene qué ver con mi falta de entusiasmo con la masa desatada. Eso sí, disfruto mucho ver cómo el ánimo patrio se desborda, todo se pinta tricolor, todos se atiborran de pozole, antojitos y tamales, y se escancian los mejores tequilas y mezcales. En general, la fiesta se desborda hasta las redes sociales donde todos asumen y presumen ostentosamente su mexicanidad y patriotismo. Esperaba que este 15 de septiembre pasara lo mismo, pero no los vi tan intensos en las redes como otras ocasiones. De las escasas expresiones patriotas y patrioteras que pude notar, me llamó la atención una. Y hablo de una persona inteligente, preparada, no de un borrachín tricolor. Expresó un orgulloso “¡Viva México!”, pero añadió una mentada mal encubierta; no contra los gachupines (que no la merecen), sino al Presidente. Bonita cosa: sí, Viva México, pero al diablo con un mexicano. El tamaño del odio enzoqueta ese patriotismo.

Pero sé que no es el único que dice eso. La mentada es idiosincrasia, el desahogo nacional de nuestra molicie social o de nuestra impotencia. Risa da, y un poco de pena ajena. Estoy seguro que esta persona, y otras como ella, tienen ya su decisión tomada para las próximas elecciones. No van a votar por alguien sino contra Morena. Y dadas las opciones que apenas se procesan, eso significa que no saben por quién van a votar, que no saben por lo que van a votar. Se trata de una prístina inconsciencia social, la inquina egoísta servida en charola de plata al pragmatismo partidista. ¿Puede haber voto más ajeno a una elección democrática? Pasa exactamente lo mismo que durante décadas con el “voto de castigo”. Una revancha que resultó en gobiernos “de alternancia” que no hicieron ninguna diferencia. Porque, así pongan al inopinado y balbuceante Vicente Fox a promocionar su gestión (con guion revisado, por si las dudas), aquella “alternancia” sólo fue el reajuste de un proceso donde se homologaban partidos en aras de un proyecto económico mundial. Elecciones como las peleas de gallos: festivas, dramáticas, escandalosas, donde los gallos podrán acabar desplumados, pero los galleros siempre se llevan las ganancias. Homologación comprobada en la conformación de un Frente Amplio de gallos cantores. En el eventual caso de comprobar que don Andrés resultó ser una alternancia positiva, también influyó mucho el tanteómetro del elector enojado. Así es el azar.

Votar en contra de algo implica votar tácitamente a favor de otra propuesta, generalmente desconocida o mal entendida. Pero para las próximas elecciones, no nos hagamos güeyes. Tenemos ante nosotros sólo dos propuestas para renovar el régimen. Una es la que encabeza MORENA, la otra, la que subyace en el Frente Amplio y está encabezada por testaferros de un proceso económico/político que la 4T ha puesto en pausa y en jaque. El mexicano promedio, que representa la inmensa mayoría de electores, no tiene la menor idea de la ideología económica y social que está detrás de cada proyecto. Vota salvajemente en base a su experiencia en la práctica a la hora de conseguir el respeto a sus derechos humanos y políticos. Las campañas electorales apuntan a eso, a convencer al elector de que es víctima de la injusticia y de que el candidato llega para defenderle. La apuesta no puede ser más incierta: el futuro. Porque el futuro es como Dios: no cumple antojos ni endereza a jorobados, ni a políticos, ni a abogados. Con Dios puede uno quejarse; con el futuro no hay ventanilla de reclamaciones, así que, a lo hecho, pecho.

Es verdad que por ahora se barajan ya más candidatos, no sólo las dos mujeres que podrían encabezar a las dos grandes fuerzas políticas en pugna. La aparición del joven gobernador Samuel García en este palenque no cambia las cosas, no en las dos grandes propuestas de régimen. En realidad, ambas propuestas son tan celosas que pueden admitir matices inocuos pero novedades no. Y en el caso de la propuesta frentista, tampoco acepta revisión. En este sentido, Movimiento Ciudadano no puede ser una alternativa distinta de las propuestas en pugna, sino una revisión de ambas y una oferta de continuidad… para ambas. Consolidarse como fuerza política realmente nacional es una oportunidad que no puede desaprovechar. El descrédito de un frente ideológico inverosímil es una mina de votos y afiliaciones. Porque sus líderes no han traicionado el proyecto común de la alianza, han traicionado los principios de cada partido, exigen voto de odio en contra que es un voto ciego a favor. Los líderes partidistas no tienen propuesta alguna, son replicantes de una camarilla superior que representa Claudio X., aunque no creo que sea suyo el liderazgo real, y sospecho que ni siquiera es un grupo exclusivamente nacional. La base prianperredista decepcionada no va a migrar a la 4T. Admitámoslo, Samuel García podrá ser criticado y criticable, con razón o sin ella, pero tiene carisma. Eso es un buen gancho. Sólo habrá que reivindicarlo con algunas regiones del país, personas e instituciones a las que ha ofendido alguna vez gratuita e imprudentemente; y claro, conjurar el boicot frentista contra su candidatura. Los graznidos de Alito, Marko, del afónico Chuy, etc., contra Samuel son expreso temor por los votos que podría quitarle Samuel al Frente, pero el verdadero peligro no es el rapto de votos sino de militantes. MC no debe desaprovechar la coyuntura, con Samuel… o con quien sea. MC puede ser la salvación para la derecha mexicana, porque el Frente Amplio es harapos de partidos y líderes impresentables (un lastre adicional para la señora X, además de ella misma, que no parece coordinar ni al frente ni a alguna cosa).

¡No le hace! Los votantes contra Morena están listos. No les importa si la propuesta presidencial del Frente se llama Xóchitl, Tenchita, o Wendy Guevara. Su voto adverso y visceral se ha formado durante varios años de una intensa labor en medios convencionales y redes sociales. No responden a una simpatía ideológica con un partido. No pueden hacerlo. La alianza frentista es incoherente. Sólo les están exigiendo obediencia al dictado de la alianza. Una dictadura notoria e imperfecta. No es que esos electores sean tontos. Son perezosos y responden, como cualquiera podría hacerlo, ante una intensiva campaña “marketinera” que les ofrece coherencia como un grupo social razonablemente superior, excepcional. No hay “machos sigma” en esa oposición. Pero, de plano, sólo saben que deben votar contra Morena aunque hay riesgos, podrían “distraerse” con MC o resucitar a Cantinflas (hace años, muchos ciudadanos proponían a su candidato en la boleta, Cantinflas se llevaba su buena ración de votos en elecciones presidenciales). Hay sólo dos sopas, dos regímenes, dos proyectos y, eventualmente, las elecciones consolidarán a dos bloques partidistas nacionales, y en esto último, el pleito no es precisamente con Morena. Todavía tienen algo de tiempo para investigar a fondo qué sopa se van a tragar.

¿Y los que votarán a favor de Morena? ¿Saben por lo que estarán votando? No, la mayoría no. Hay ideas sueltas que han captado en redes sociales, en las “mañaneras”, en visitas presidenciales, en obras anunciadas, en acciones polémicas. En los medios, poca nota positiva ha pasado la criba estreñida de medios confabulados. La campaña contra don Andrés viene de años atrás, y ha sido tan poco creativa, tan reiterativa, que se ha vuelto obvia. Y la obviedad causa desconfianza que, a su vez, desmorona la credibilidad de los medios de comunicación. El único cambio posible es que hagan un sesgo urgente pero discreto para abrir el espacio a otro candidato, en el caso de que Xóchitl no se recupere en encuestas reales. Porque nadie se tragaría el triunfo de una candidata que no mejora sus números, así lo proclamen “urbi et orbi” el INE, el TRIFE y la SCJN encabezada por la ministra Piña enarbolando un estandarte guadalupano. El elector confundido es un arma encañonada pero con “hair trigger”, esos gatillos fáciles del siglo XIX que disparan casi con el pensamiento, pero que necesitan muñecas, codos y hombros entablillados, porque el rebote les hace acertar a lo que sea, pero rara vez a su blanco. Un elector así es un riesgo. Los votantes predispuestos de Morena no tienen mucha información, tampoco pueden confiar en los medios y los chismes de redes, así que dependen de la cercanía de los candidatos morenistas, del acceso a ellos, de la seriedad de sus actitudes. Es decir, de una verdadera campaña electoral demócrata dirigida a la gente no a los medios ni a los columnistas. Algo parecido a lo que ha estado haciendo el diputado Waldo Fernández como gestor social, pero a lo bestia, con otro enfoque, pero igual haciendo y escuchando propuestas.

El voto a favor de Morena está en proceso, pero el voto contra Morena ya está cargado, listo para el disparo. Tuvieron años para espulgar los motivos de la oposición, los reales, los que forzaron la unión de grupos políticos ideológicamente irreconciliables. ¿A nadie le parece sospechoso todavía? “¡Viva México! ¡Al diablo con Morena!” Esto se oye inspirado y hasta trigarante, pero no es patriotismo, porque finalmente, odiar y mentarle la madre al adversario es una derrota napoleónica para la inteligencia. No es responsabilidad social, no es democracia, es puro vómito biliar.

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// José Francisco Villarreal

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Autor: stafflostubos
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