Por José Jaime Ruiz
“Andrés Mijes en Escobedo entiende como nadie que la administración municipal es local. Una buena gestión local proyecta una buena imagen nacional e internacional. Por eso Mijes sabe que su comunicación esencial se da en Escobedo pero, también, si no se comunica en otras geografías su gestión incluyente, abierta y transparente, de poco le servirá ejercer una gestión de atención ciudadana. Y, al paso, quien crea que Andrés es una extensión de Abel Guerra y Clara Luz Flores, se equivoca. Pertenecer al mismo grupo no significa –los tres lo entienden– ni prolongación ni sumisión. Mijes ejerce una administración de continuidad con cambio, no con ruptura”, escribí hace tiempo, en este lugar, donde hoy los bosques se visten de espinos…
Un siglo después de Jesús, el poeta satírico romano Décimo Junio Juvenal cantó: “Rara avis in terris nigroque simillima cycno” (Ave extraña en tierra, como nada más que un cisne negro). En la política de Nuevo León existe un ave extraña, el alcalde del municipio de Escobedo, Andrés Mijes Llovera.
Regularmente la humildad es soberbia sublimada, la virtud de Mijes Llovera no es la humildad, es algo más profundo, la sencillez. Cisne negro o mirlo blanco, natural en su ropaje y sus maneras –la corbata no le va–; para ser cacofónico, Andrés es tal vez el político más incluyente, de una forma empática, de Nuevo León. Difícilmente encuentro a alguno de sus pares que lo critique en forma abierta; en sordina, ya se sabe, siempre hay quien ejerce la calumnia.
Mijes Llovera se reconoce pueblo, gente, horizontalidad todo-terreno. Sabe que los reflectores, más que dar esplendor, enceguecen. Lo suyo es la talacha, la cotidianeidad. Para qué saltar tanto estando el suelo tan parejo, por eso su posible reelección. Su reciente informe fue un ejercicio de rendición de cuentas, de transparencia, pero también de serenidad, de estar centrado en la meta principal, es decir, la certeza pública de la vida pública de los ciudadanos de Escobedo.
Si algo proyecta Andrés Mijes Llovera es “el señorío de sí mismo, sin dejarse arrastrar por las ocasiones; buen ánimo en todas las coyunturas, aún durante las enfermedades; la moderación de carácter, dulce y grave; el cumplimiento sin esfuerzo de cuantas tareas se tienen a cargo” (…) administrar desde palacio municipal “sin tener necesidad de una guardia personal, de vestidos lujosos, de lámparas, de estatuas y otras cosas parejas y de tal pompa; y que, por el contrario, cabe muy bien ceñirse a la condición de un simple particular, sin proceder por ello indigna o negligentemente con relación a los deberes que impone la soberanía del Estado”, como lo recomendó el emperador Marco Aurelio en sus Meditaciones.
