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Por Carlos Chavarría

Hace unos cuantos días el presidente de Rusia, Vladimir Putin, en sus acostumbradas conferencias semanales para la prensa lanzó un muy sentido llamado a la construcción de un “orden (internacional ) más justo”. No sabemos que significa  la palabra justicia en boca de alguien que adaptó la democracia rusa a sí mismo y sostiene una guerra que no parece muy justa.

Todos los gobernantes del mundo han reaccionado de muy distintas maneras a los trágicos hechos del conflicto entre Israel y la Hamas. Vuelve a evidenciarse el gran dilema de la “guerra justa”, que ni grandes pensadores como Cicerón y San Agustín pudieron resolver a cabalidad.  ¿Cómo puede existir un orden justo si, como expresó Cicerón: “ante la guerra las leyes enmudecen”?

Todos los líderes del Grupo de los 20 países más poderosos, se han declarado a favor o en contra de las decisiones de cada uno de los actores en pugna, sin embargo también todos han añadido algún colofón que favorezca sus intereses en el marco del muy obvio conflicto bipolar subyacente entre los EEUU y sus francos aliados, y el eje Rusia-China.

Como que suena un poco falso e hipócrita que un “muy poco democrático” líder, como en efecto es Putin,  apele a la justicia como argumento para cambiar el estado de cosas de la geopolítica, sin entrar al problema toral de agotamiento de todos los hegemonismos locales, regionales y globales, que ya evidencian su inutilidad practica para lograr cosas buenas, demostrado en el solo uso de la violencia como salida para los conflictos.

En la naturaleza no existen ni la libertad, la ética, la moral, y mucho menos la justicia. Estos son constructos humanos que diseñó la civilización para asegurar la convivencia pacífica y la cooperación sin coerción. Sin ética y moralidad, la libertad y la justicia no son posibles o se convierten en mera simulación.

Todo tipo de violencia tiene consecuencias agregativas que nos acercan mas y mas al caos y la ruptura de ese orden que se pretende sea justo. En lo colectivo la gobernanza se observa paulatinamente menos capaz de cumplir su misión sin la participación de las comunidades, que a su vez atomizan su capacidad de acción.

La violencia es percibida como un videojuego que no tiene consecuencias perturbadoras de todo el tejido social, tales que si no se aplican medidas prudenciales ningún mecanismo de acoplamiento y amortiguación serán suficientes para mantener la convivencia en todos los niveles.

Ante el sesgo y la manipulación de la información, la democracia representativa que supuestamente nos gobierna, se convierte en una gran mentira y una creencia falsa. Así es como ni Putin, Biden, Trump, o Hamas, en realidad actúan en representación de nadie, pero si toman decisiones que afectaran a todo el mundo bajo el ejercicio hegemónico, el cual si ejemplifican con excelencia.

Cualquier decisión tomada sin limitaciones impuestas por  la más mínima moralidad prudencial, no dejará ningún espacio para la justa retribución consecuencial. Pero ningún gobierno paga por los efectos dañinos que producen. Deseamos que no haya guerras cuando ni siquiera podemos controlar en realidad a los gobiernos locales.

Ante la pregunta de cómo sería la Tercera Guerra Mundial, se le adjudica a Albert Einstein haber respondido: “…no tengo idea de cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero de la Cuarta estoy seguro que ocurriría con palos y piedras”.

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// Carlos Chavarría

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Autor: stafflostubos
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