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Cuentachiles infames, ciegos y tontos

Por José Francisco Villarreal

Estamos en fechas en las que los muertos son protagonistas de nuestra vida. Es la tradición, y hay, creo yo, algo mucho más intenso en este puente que levantamos entre nuestro mundo y el Mictlán, nuestro refugio durante unos cuantos días. Si bien la muerte es cotidiana, nuestra sombra escurridiza al mediodía, su registro es implacable. No hay día que no nos enteremos de por lo menos un muerto. Las estadísticas “rojas”, machacadas en los medios, nos remiten a la inseguridad, y también nos recuerdan lo frágil de nuestra existencia. Hay que ser de veras optimista para vivir así. Y además un poco locos para ser tan ávidos de la “nota roja”. Porque, eso sí, podremos ignorar una nota positiva, pero un crimen, un accidente fatal, un desastre, ¡claro que no! No sé cómo no vivimos con el “más sentido pésame” en la boca. Pero siempre habrá sucesos que de veras nos conmueven algo más íntimo que sólo las vísceras. Y uno acaba de empezar…

Recién que el insólito huracán “Otis” azotó la costa de Guerrero, y especialmente al puerto de Acapulco, todos volteamos hacia el suroeste. Esta vez con razón, porque un suceso así, e incluso hasta menor, nos incumbe como país, como sociedad organizada y consanguínea. Me confundió un poco la falta de información inmediata y preventiva. La inmediata, se entiende. El colapso total de la zona lo explica. La preventiva, también se entiende. Aquí, en Nuevo León, en plena sequía y sin esperanza de una triste llovizna, el dato no nos servía ni para la imaginación. Ya la memoria del huracán “Gilberto” se disuelve en crónicas que el tiempo convierte en fantásticas.

En el caso de Guerrero, noté que, sabiendo ya por lo menos una buena parte de la magnitud del desastre, las cifras de muertos y desaparecidos permanecieron tensamente estáticas durante muchas horas, un par de días creo. Regularmente las cifras oficiales negativas en un desastre son así, o ambiguas o maquilladas, pero de cualquier manera disminuyendo el impacto real. Durante mucho tiempo hubo voces locales que no creyeron el registro de muertos durante el azote del “Gilberto”. Yo todavía tengo dudas. Todo lo contrario respecto al impacto económico y el flujo de recursos a damnificados, que se hinchaba como ampolla y, como ampolla, se desinflaba en los hechos y las obras dejando primero sólo el frágil pellejito, y finalmente una dolorosa cicatriz social y a un puñado de vivales hinchados de dinero. Así eran las cosas cuando se curaban con “Picrato de Fonden”, el ungüento maravilloso del neoliberalismo mexicano. En Nuevo León por lo menos, ningún político en la casaca de funcionario público en esos tiempos puede asegurar pulcritud en el uso de los recursos públicos para enmendar desastres. No es lo mismo remedios que remiendos. Como diría mi agüela: “Dirán lo que quieran, ¡pero hay un Dios que todo lo ve!”. Y sí, parece ser que Dios suele ser muy minucioso en eso de la conciencia, la culpa y la virtud. ¡Allá ellos!

Como vicioso de la Comunicación, traté de encontrar una razón por la que las cifras fatales por “Otis” eran tan estáticas y tan bajas. La zona metropolitana de Acapulco tiene creo que un poco menos de un millón de habitantes, además de la población turística flotante. Mi primera explicación, triste pero optimista, es que el esfuerzo de las fuerzas federales, estatales y locales no estaba dirigido a buscar cadáveres sino a rescatar a personas vivas. Para entonces ya sabía yo, (tan sencillo como ir a las publicaciones urgentes en línea de las instancias oficiales), que sí se había previsto el impacto del huracán, que sí se emitieron alertas con horas de anticipación, que sí se habilitaron refugios, que sí se organizaron Guardia Civil, Cruz Roja, Protección Civil e institutos de seguridad locales y estatales, que sí se movilizaron militares previendo la aplicación del Plan DN3, que incluso a pocas horas del colapso, había perifoneos por las calles alertando a la población.

El esfuerzo preventivo no fue suficiente. La primera razón razonable fue que la gente no creyó en la gravedad del meteoro. Lo comprendo. Nosotros también ignoramos al “Gilberto” por la misma razón. La segunda razón razonable fue que, hasta muy poco tiempo antes del impacto, se esperaba un huracán de categoría 3 o menor, no un monstruoso hecatónquiro de magnitud 5. A pesar de la vileza de algunos periodistas, políticos, politólogos y otros bichos de esa fauna maligna, que aseguraron que hubo alertas con días de anticipación desde Estados Unidos, esa información es falsa, o mejor dicho, INFAME. “Lucro político”, le dicen algunos, “mentiras”, otros; yo le digo INFAMIA.

En estas circunstancias, la lodosa gira presidencial por la zona puede verse o interpretarse de muchas maneras, pero ninguna es aceptable de personajes de la política y el “periodismo” que sólo se han ensuciado los zapatos con las heces de sus perros, las zalameras babas de sus incondicionales, y las babas suyas propias “zalamiendo” botas todavía más pulcras. Por lo menos don Andrés no fue a organizar “tandas” para que los propios damnificados se las arreglaran solos para levantar sus casas… como sugirió alguna vez el entonces presidente Peña. Tampoco permitió que se mezclaran el apoyo solidario con el apoyo oportunista. Los guerrerenses (no sólo los acapulqueños) deben reconocer perfectamente los lugares y las personas que se encargan de distribuir esos recursos. Deben tener claro ante quiénes acudir. Es una cuestión elemental de logística. ¿Tendrá eso alguna consecuencia política? ¡Por supuesto que la tendrá! Pero, ¡a quién le importa en este momento! La prioridad no es esa sino la vida, la seguridad de los damnificados.

La limitación de las vías válidas para acopio y distribución de recursos escandaliza a muchos porque les ha arruinado el guion de toda la vida, y no son capaces de inventar otro. Ya no vale llegar a una zona devastada a repartir tres mendrugos y tomarse una foto con cara de piedad. La propia “coordinadora” frentista lo comprobó cuando un ciudadano, un verdadero voluntario patriota, le reclamó por hacer campaña a costas de la desgracia de los guerrerenses. La oposición INFAME convierte así una zona de necesidad en una arena política. Y si eso no fuera INFAME de por sí, las amigas de Xóchitl, Rabadán y Téllez, gritaron como posesas sólo porque les pidieron 5 días de su sueldo para apoyar a los damnificados. El video de ese “walpurgisnacht” legislativo es espeluznante. Yo cumplo años el 31 de octubre pero no lo festejo; si lo festejara armaría una buena fiesta de disfraces de Halloween. Disfrazado de cualquiera de estas tres legisladoras aterrorizaría al vecindario. Lo malo es que no recaudaría dulces sino infartos… o mentadas. ¡Hocus Pocus!

Con todo el descaro del mundo, la oposición frentista y sus corifeos perpetran una INFAMIA contra los guerrerenses saboteando un proceso de flujo de donativos que ni siquiera fue inventado para este desastre en particular. Tan es usual y adecuado, que es común que en otros países las fuerzas de seguridad coordinen y protejan ese flujo para que llegue a donde debe llegar. La INFAMIA adquiere dimensiones mayores que las del mismísimo “Otis”, porque al politizar esto muestran lo poco que les interesa ya no digamos el bienestar de los mexicanos, ni siquiera la vida les importa. Y, curiosamente, como lo demostraron desde tiempos de la monserga aquella de “El INE no se toca”, y lo siguen demostrando en subsecuentes campañas, lo único que defienden es el dinero, ese factor común detrás de cada alarido de la Téllez, la Rabadán, y toda esa caterva de medios y columnistas que secundan la INFAMIA de una oposición que, está más que visto y demostrado, sólo sabe hacer una cosa: oponerse a todo y a todos. Los cuentachiles hasta de lo ajeno.

Como cualquier ciudadano más o menos consciente, tengo algunas dudas sobre el próximo proceso electoral. Sin una oferta desplegada de candidatos, no podría tomar una decisión en este momento. Sin embargo, al ver la INFAMIA que se está cometiendo contra México y sólo para buscar votos, ya he tomado una decisión. Todavía no sé por qué candidatos voy a votar, pero ya sé perfectamente por qué partidos no votaré, así propongan como presidente a un Nobel de la Paz. A estas alturas, y a las alturas que todavía pueden alcanzar esas INFAMES campañas, creo que muchos electores acabarán tomando la misma decisión que yo. Entiendo que un tonto no se dé cuenta de que es un tonto, pero, ¿un INFAME no se da cuenta cuando comete una INFAMIA contra toda una nación? ¡Nada más eso faltaba!: INFAMES, ciegos y tontos.

Fuente:

// José Francisco Villarreal

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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