Por Félix Cortés Camarillo
El Acapulco de Johnny Weissmuller y el Sha Reza Pahlevi no existe más.
Lo soñó Emilio Azcárraga Vidaurreta, quien construyó su hotel Ritz frente a la playa Condesa. Lo hizo realidad Miguel Alemán Valdés, viejo zorro de los bienes raíces que incrementó su fortuna inventando Ciudad Satélite en la capital, y quien dejó en paz el aeropuerto militar de pie de la Cuesta y mandó hacer cuando presidente, el nuevo aeropuerto en el extremo oriente del puerto, ya casi en Coyuca de Benítez. Con ello, los predios de un lado al otro frente al bello mar, subieron de precio. Por ello, la costera acapulqueña lleva su nombre.
Hace una semana, en una madrugada ese bello Acapulco desapareció derrumbado por los vientos de un huracán previsto y anunciado, desestimado y omiso por el gobierno mexicano, que nunca avisó a los guerrerenses del demonio que se les venía encima y que vació cuantas habitaciones estaban en sus hoteles enviando colchones y muebles, ventanales y cuanto había a la calle o las playas.
Un viento que peinó palmeras y derribó encinos dejando a la zona, de la Costera a Ciudad Renacimiento sin energía eléctrica, agua potable o seguridad. Más o menos un millón de guerrerenses dependientes todos de la industria que llaman sin chimeneas, que se quedaron sin salario, sin certezas, sin comida y sin techo. Algunos –no conocemos la cifra- sin parientes. En la poza del viejo Acapulco duermen decenas de embarcaciones, entre cayucos y yates de lujo que no pudieron resistir los aires. Lo mismo en la curva de Icacos, donde están los navales, antes de entrar a playa Guitarrón.
Nada de eso volverá a nuestra realidad.
El presidente López, en sus favorecidas improvisadas promesas ilusorias, se atrevió ayer a decir en su sermón matutino que Acapulco sería reconstruido a la brevedad inmediata. Aseguró que este diciembre que viene, es decir dentro de cincuenta y cuatro días exactos, los acapulqueños no iban a sufrir una “amarga Navidad”. Me cae que lo dijo. Celebraremos entonces merry christmas en el 2023.
También hay entidades serias.
Las empresas especializadas en daños y perjuicios estiman que esa madrugada acapulqueña se perdieron quince mil millones de dólares. El plazo para la reconstrucción del puerto y su ciudad, y especialmente su infraestructura hotelera, se calcula entres tres o cinco años. Lopitos dijo, porque no puede hacerlo realidad, que el dinero de los fideicomisos del poder judicial que pretende robarse, se repartan entre los damnificados. Estoy hablando de quince mil millones de pesos. ¿A cómo amaneció el dólar?
Habrá un nuevo Acapulco, sin duda; esa bahía es única. Habrá de ser más moderna, mejor planeada, tal vez menos injusta. Desde luego que generará una nueva ola de nuevos ricos. Eso es inevitable. Como es inevitable, tal vez, que nuestras amadas enjuaguen con sus manitas las estrellas en esa playa.
Acuérdate de Acapulco.
PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): Una feucha chamaca aseguró ayer ser probablemente la última reina en Europa. Ella se llama Leonor de Borbón y Palma y es la princesa de Asturias. Como dice la Constitución española, al cumplir la mayoría de edad, a los 18, debía jurar sometimiento y respeto a la Constitución. Al así hacerlo, sólo tiene que esperar a que su padre Felipe VI felpe para coronarse reina.