Por José Jaime Ruiz
La gubernatura hechiza del magistrado con licencia, José Arturo Salinas Garza, toca fondo. José Arturo no es ni será gobernador de Nuevo León. Su toma de protesta, un acto teatral; su “interinato”, una broma de mal gusto para los ciudadanos. Gran lector de John Grisham, Salinas Garza se creyó personaje judicial de una de sus novelas, pero Grisham podría reírse a carcajadas de esta trama.
Embaucado por el PRIAN y sus tenebrosos líderes, Rodrigo Medina de la Cruz, Francisco Cienfuegos, Zeferino Salgado, Raúl Gracia y Adrián de la Garza, José Arturo quiso embaucar a Nuevo León, hasta que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le puso un alto. Salinas Garza se quedó chiflando en el túnel de la Loma Larga.
El magistrado con licencia jugó a sacarse la lotería sin competir. Su última participación electoral la perdió estrepitosamente frente a Luis Donaldo Colosio Riojas en un distrito local. Los ciudadanos tendrán que revisar si es conveniente que José Arturo presida, de nuevo, el Tribunal Superior de Justicia de Nuevo León porque, por ignorancia de las leyes o por querer agandallar más acá de las leyes, desconoció esas mismas leyes al “tomar protesta” como gobernador interino. Y, ya al vuelo, los ciudadanos podrían revisar con lupa los conflictos de interés y el trafico de influencias del despacho de su padre con el poder judicial (Salinas & Salinas Abogados S.C.).
Salinas Garza siempre fue inelegible porque no renunció a tiempo a su puesto público y su licencia lo excluyó de cualquier interinato, tomó protesta ilegalmente y, siendo una extensión del PRIAN, lo suyo ni fue la representatividad ni pudo (no podría) legitimarse. Lo suyo ni siquiera fue política, fue politiquería de quienes lo llevaron al baile.
La revocación de su designación tiene aristas políticas:
“Deberá procurar generar condiciones de estabilidad para el correcto funcionamiento del gobierno de la entidad, por lo que deberá generar los consensos necesarios al interior del Congreso, así como realizar una adecuada valoración, en plena libertad soberana, de la propuesta formulada por el gobernador constitucional”.
El Congreso del PRIAN no genera estabilidad, al contrario, es un organismo que busca suplir las funciones del Ejecutivo. Tampoco genera consensos, al contrario, la política del PRIAN no es de composición sino de conflicto. La valoración de la propuesta de Samuel Alejandro García Sepúlveda la sepultaron a priori al querer hacerle desde hace meses juicio político al secretario de Gobierno, Javier Navarro. Así que asistimos a la judicialización de la política y a la politización de la justicia.
El PRIAN perdió esta batalla, aunque el Trife aplazó el proyecto de sentencia. Como escribió el clásico, la esperanza es lo peor del ser humano porque prolonga la agonía.