Selma Ancira Berny (México, 1956) salió de su país rumbo a Rusia para estudiar filología en la Universidad Estatal de Moscú, ni ella sabía para qué le serviría pero se aventuró. Hoy es la primera traductora en recibir el Premio Nacional de Artes y Literatura 2022 en el campo de Lingüística y Literatura; publica MILENIO.
En entrevista con MILENIO, la reconocida traductora de literatura rusa y griega habla de su trabajo, que ha permitido tener en español la obra de autores como Tsvietáieva, Pushkin, Tolstói, Dostoievski y Bulgákov, entre muchos otros.
¿Qué piensas de este reconocimiento?
A través de mi persona, es un reconocimiento para todo el gremio, para un oficio que afortunadamente en los últimos tiempos ha ido cobrando cada vez más visibilidad, pero durante mucho tiempo estuvimos en la sombra. Me hace inmensamente feliz que este premio haya recaído en un traductor por primera vez, porque se lo han dado a escritores que traducen como Sergio Pitol o José Emilio Pacheco, pero nunca se le había otorgado a una persona que se dedica exclusivamente a la traducción.
¿Te sorprendió?
Claro, y agradezco que la Editorial de la Universidad Veracruzana me haya postulado para este premio sabiendo que mi trabajo cuenta únicamente con obras traducidas, no tengo obra propia. Es como un sueño que todavía no acabo de aterrizar. Ya sé que lo tengo, ya sé que lo voy a ir a recoger hoy, pero todavía no lo creo (risas).
¿Cómo es el oficio de traductor?
Me estás haciendo la pregunta más difícil que alguien me puede hacer. Es evidentemente un oficio, pero también es un arte, el traductor trabaja con su sensibilidad, con su oído. No es un trabajo mecánico de traer las palabras de un idioma a otro, es un trabajo de creación literaria. Si el traductor no recrea el texto en su lengua tomando en cuenta cada uno de los elementos del texto original, va a ser muy difícil que la obra que trae, en mi caso al español, pueda ser considerada una obra literaria.
¿Cuándo decidiste ser traductora?
Yo me fui a Rusia a estudiar filología rusa sin saber qué iba a hacer con lo que iba a estudiar, pero me fui por el espíritu aventurero y viajero que me ha perseguido desde que nací. Me fui allá siguiendo un poco los pasos de mi papá (el actor Carlos Ancira), que representó por 27 años El diario de un loco, de Gógol y mira, la vida me puso enfrente la respuesta, porque ahí descubrí mi vocación.
¿Cómo fue ese momento?
Descubrí que quería traducir cuando me encontré frente a la obra de Marina Tsvietáieva, estamos hablando de finales de los 70 y no estaba traducida al español. Cuando la leí, me enamoré de ella, del libro, sentí que tenía que traducirla porque si no ya no iba a poder vivir. Se me mete un libro en el cuerpo, me palpita y ya no puedo vivir si no me pongo a traducirlo.
¿Cómo llegó el griego llegó a tu vida?
Una vez terminado mi doctorado en literatura en Rusia se me presentó la oportunidad de estudiar griego moderno. Me dieron una beca para irme a Atenas y he seguido aprendiendo, porque un idioma no se aprende jamás, ni el propio, ni los ajenos a la perfección, vas profundizando en el idioma cada día conforme vas leyendo y oyendo.
El primer libro que tradujo Selma Ancira se llama Cartas del verano, de 1926, una conversación entre Marina Tsvietáieva, Boris Pasternak y Rainer Maria Rilke, publicado por Siglo XXI, cuando era director Arnaldo Orfila.
¿Cómo fue esa experiencia?
Fue extraordinaria, la experiencia de recrear en español con los elementos que me da mi lengua, con mi sintaxis, mis palabras, todo lo que español pone a mi disposición. Recrear las imágenes que había creado la poeta en ruso fue una experiencia enriquecedora, satisfactoria y desafiante. Después de traducir ese libro, estamos hablando de hace 42 años, me seguí de frente y no he parado.
Eres muy reconocida por traducir a rusos y griegos.
Porque son de gran literatura. Solamente se puede hacer con un trabajo de filigrana con mucho esfuerzo, mucha investigación. Y en mi caso también con muchos viajes, porque es una de las formas que tengo de hacer trabajo de campo. Entonces todo lo que hay detrás de la traducción, que muchas veces no se lo imagina el lector que tiene en sus manos un texto traducido, es lo que hace que este oficio sea un oficio particular, un oficio en el que está involucrada la creación, la recreación, la invención, el oído, la sensibilidad, una serie de cosas que probablemente en otro oficio no existan.
¿El oficio de traductor puede ser peligroso? Pienso en Salman Rushdie y ‘Los versos satánicos’.
Ariana PérezYo no estoy traduciendo autores tan polémicos, ni de civilizaciones tan complicadas como a la que pertenece Salman Rushdie. Para empezar, yo traduzco, en el 99 por ciento de los casos, clásicos de las literaturas rusas y griegas. Yo no creo que por Tolstoi peligre mi vida. No por nada traduzco autores contemporáneos, salvo un griego que se llama Theodor Kallifatides, sino porque me siento más afín. Selma Ancira se siente mejor a finales del siglo XIX y a principios del siglo XX, armonizo mejor con ese momento histórico y entonces traduzco estos autores sobre todo.
Sin traductores no conoceríamos a grandes escritores en nuestra lengua.
Precisamente es el valor del trabajo del traductor. Tender puentes entre culturas, traer autores de otras culturas a la propia, enriquecer la propia cultura, no solo con otras visiones del mundo, incluso con otras palabras. Cuántas veces no me ha tocado inventar palabras en español siguiendo los pasos de mis autores, que crean neologismos en sus obras, por eso es un trabajo muy satisfactorio y muy bello.
¿Debes meterte en la piel de los autores?
En cada libro me metamorfoseo en mi autor. Por eso he insistido en traducir los mismos autores, que son con los que me siento bien, con los cuales vibramos en una misma nota, sintonía y concordancia, porque al final acaban siendo parte de mi vida, de mi sensibilidad, de mi desarrollo. He traducido muchísimos libros pero muy poquitos autores, porque cada vez profundizo más, cada nuevo libro es un paso más que das en el conocimiento del autor con el que te sientes bien.
¿Eres muy feliz?
Yo me siento realmente muy afortunada por cómo se ha desenvuelto mi vida y lo que he podido hacer y con lo que puedo ofrecer, como son las traducciones de autores que no solo quiero sino que, en algunos, incluso te podría decir que venero. Es muy satisfactorio poder ofrecer a los lectores de la lengua en que nací, que es el español, estos autores que a mí me han aportado tanto a lo largo de los años.
Imagen portada: Ariana Pérez | MILENIO