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Por Félix Cortés Camarillo

Si hace quince días pensamos que el paso del huracán Otis por Acapulco era una tragedia de dantescas proporciones, ante el abandono y el desprecio del gobierno mexicano por alrededor de un millón de damnificados en todo su patrimonio y esperanza lo ha hecho peor, si eso hubiera sido imaginable entonces.

Para el presidente López, que afirma haber estado cuatro veces en el puerto sin salir de la base naval de Icacos en donde preside juntas de análisis de daños y búsqueda de remedios pero que nunca se ha manchado de un lodo que ya se está secando o de unos charcos que ya cultivan mosquitos difusores de plagas, Acapulco no tendrá una amarga Navidad. Según su secretario de Turismo, el señor Torruco, el tianguis turístico programado para marzo se podrá hacer en abril del 2024. Según el propio Lopitos, para entonces ya se habrá habilitado tres mil habitaciones con todos sus servicios en treinta hoteles que se necesitan para ese circo mediático. Falso.

El presidente López afirmó que el día de los hechos emitió tempranamente la advertencia de que venía una amenaza inminente. En correcciones posteriores ha tenido que admitir que cuando se dio cuenta de que “estaba cañón” el potencial daño que se acercaba con categoría cinco, optó por un discreto silencio. Ahora vemos las consecuencias.

Es cierto que lo único que se pudo haber evitado probablemente es la desaparición de un centenar de personas que se hubieran resguardado mejor: un gran número de los marineros que estaban a cargo de amarrar, anclar y cuidar los yates caros y baratos de la bahía se quedaron ahí. Como los míticos capitanes de la literatura, se hundieron con su nave. Los destrozos hubieran sido iguales con advertencia o sin ella. Acapulco no estaba diseñado para un huracán así.

Desde luego que, como dicen los chinos, crisis no quiere decir solamente problema; es también oportunidad. Acapulco volverá a vivir. Tardará por lo menos tres o cuatro años en que revivir. 

El asunto no es ese: tiene que vivir mejor.

Eso implica modificar las regulaciones urbanísticas, comenzando por el drenaje anquilosado que sigue echando sus detritus para pudrir las aguas de la bahía y por la corrupción en el otorgamiento de los permisos de toda índole. Condiciones de construcción, reglamentos de colocación de anuncios espectaculares que son los primeros en volar convertidos en armas destructoras, diseño de vialidades y transporte público y todos los otros “olvidos” que fueron bien recompensados por los llamados moches. 

México merece un Acapulco nuevo. Más digno, justo, equitativo y protegido. Que no nazca de la lástima apenada de un presidente ausente, sino de un esfuerzo colectivo que no se quede en la limosna de las despensas, las latas de atún y los botellines de agua. Un Acapulco que, según los estimados moderados, necesita por lo menos 300 mil millones de pesos para refundarse. El presidente López dijo primero que tiene 61 mil millones; luego subió a cien mil.

La Cámara de Diputados, que acaba de aprobar el presupuesto de egresos para el año que viene, no etiquetó ni un peso a la reconstrucción de lo que fue la joya de la corona turística de México antes de que Luis Echeverría inventara Cancún y Miguel De la Madrid Los Cabos en Baja, como sus juguetes playeros favoritos y, ¿por qué no?, fuentes de enriquecimiento muy explicable. No tienen vergüenza. O la perdieron con sus departamentos en Acapulco

PARA LA MAÑANERA (porque no me dejan entrar sin tapabocas): No es mala noticia que después de cuatro meses la huelga de escritores y actores del entretenimiento en los Estados Unidos se haya resuelto ya. Este mundo nuestro que mata a civiles en Gaza y deja sin techo en Guerrero y sin esperanza en Ucrania a tanta gente, necesita que le entretengan. Pero la infantería de ese entretenimiento, que no ganan lo que la criada malcriada de Fanny Drescher acumula en su banco, necesitaban protección que aparentemente lograron ahora. De manera especial del uso de la llamada inteligencia artificial, que Chomsky ya le puso nombre correcto, y de la reproducción de su trabajo en las plataformas que pagamos por ver.

‎felixcortescama@gmail.com

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// Félix Cortés Camarillo

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Autor: stafflostubos
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