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Por Francisco Tijerina Elguezabal

“La tolerancia no ha provocado nunca ninguna guerra;
la intolerancia ha cubierto la tierra de matanza”
Voltaire

Poco a poco y casi sin darnos cuenta como sociedad vamos cambiando.

La semana anterior una larga antesala en un consultorio y la posterior charla con un joven oftalmólogo me hicieron caer en la conclusión de que ya no son los mismos tiempos, ni las mismas modas.

Tengo 30 años atendiendo mi vista con el mismo doctor, un eminente oftalmólogo al cual conocí cuando le llevamos a mi hijo Paco a los pocos meses de nacido. Con los años el doctor por su prestigio ha aumentado su cartera de clientes, pero además porque dedica buena parte de su consulta a ayudar a personas que carecen de recursos, de manera que no pido cita con él a menos de que sea algo muy grave. A la vera de mi médico se han formado muchos jóvenes y como esta semana requería simplemente un chequeo y afinar la graduación de mis lentes pedí me atendiera uno de esos muchachos y resultó que tiene exactamente la edad de mi hija, que es también la edad del gobernador Samuel García.

Tras una hora de espera por fin me pasó al consultorio y yo estaba que bufaba, pero aguanté callado. Chequeo, las letritas, mire aquí, mire acá y de pronto ya hablábamos de mi y de política; se soltó criticando a todos, especialmente a Samuel, de quien dijo “por su culpa creen que todos los jóvenes somos iguales”. Y en esas estábamos cuando se dio la oportunidad de reclamarle la hora de antesala que me hizo esperarle y se mostró sorprendido y molesto; me dijo que era culpa de las secretarias que empalmaban citas.

Le respondí que a lo largo de la vida había aprendido a no confiar mucho en los tiempos de los impresores, los mecánicos y los médicos de todas las especialidades, porque a pesar de que te ponen una cita a una hora, casi nunca la respetan, te hacen esperarles y al final hay que ponerles buena cara y pagar, sin que recibas un descuento o una retribución por el tiempo perdido.

El joven oftalmólogo se puso serio y me dijo: no se crea, cada vez es mayor el número de personas que reclama por ello y cada vez también esos reclamos son más airados y en un tono más alto y beligerante y se extendía: “es como en la calle, lo que antes era un par de mentadas de madre con el claxon de ida y vuelta o unas miradas amenazadoras, hoy son carreras de cerrones, choques, trompadas y en muchos casos que aparezcan martillos, cuchillos, machetes o pistolas… y todo por un incidente vial”.

La gente está cada vez más irascible y menos tolerante, están enojados por todo, todo el tiempo y los doctores tenemos que cambiar nuestras prácticas y sobre todo nuestra logística si no queremos enfrentar un día a un paciente fuera de control, me confesó.

Y sí, tiene razón el joven doctor. Cada vez es más frecuente ver altercados y discusiones por cualquier razón, no sólo con otras personas, sino en el seno de nuestras familias y trabajo.

Habría que detenernos a pensar si vale la pena este nivel de molestia colectivo o si es necesario hacer campaña para que todos juntos le bajemos dos rayitas al volumen.

Fuente:

// Francisco Tijerina Elguezabal

Vía / Autor:

// Staff

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Autor: lostubos
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