Por Félix Cortés Camarillo
Una de las cosas que más me aterrorizan es la gradual pérdida que hemos sufrido, en mis tiempos, de nuestra capacidad de asombro. En otras palabras, esa cultivada habilidad de arropar en nuestra realidad cotidiana hechos que antes hubiéramos considerado aberraciones repugnantes.
Hoy en día nos parece “normal” que en nuestro país todos los días asesinen a decenas de seres humanos; entre los cincuenta o los noventa diarios. Y estoy dejando fuera de esa estadística y nuestra disposición a considerar como aceptable, el vago número de personas que simplemente desaparecen, y que traen a madres y parientes de un lado a otro, de una fosa clandestina a otra cercana, en búsqueda de un cuerpo que identificar, unos restos que sepultar, un alguien a quien venerar el dos de noviembre.
Nadie levanta ni una ceja ante esos ochenta asesinados al día.
Pero de pronto se convierte en noticia sensacional y material de programas y programas el asesinato en Aguascalientes de le magistrade del poder judicial Jesús Ociel Baena Saucedo y su pareja Doriel Daniel Nieves, muertos desangrados ambos por cortes de navajas de afeitar, finalmente en sus yugulares.
¿Por qué tal desmedido interés?
No se trata solamente de las preferencias sexuales de le magistrade: nunca le avergonzaron ni trató de ocultarlas. Por el contrario, estuvo siempre orgulloso de ellas y las hizo públicas en videos con vestimenta estrambótica y simbología gay. Se ganó a pulso, jurídicamente el que le llamemos le magistrade y no el magistrado ni la magistrada. Su pasaporte y otra papelería reconociendo su condición –ahora le dicen así- de no binario, los consiguió por su empeño en la reivindicación de ese tercer sexo.
En esta circunstancia aparecen los cuerpos de Jeús Ociel y su pareja muertos en el hogar que compartían, me dicen, desde hace más de tres años, en tranquila y feliz convivencia.
La fiscalía del estado de Aguascalientes, rauda y veloz levanta evidencias, las analiza, compagina y concluye, en menos de 72 horas, que se trató de un hecho de asesinato-suicidio de Jesús Ociel y Doriel y que el cuerpo de éste último tenía trazos de uso de metanfetaminas. Según el dictamen oficial, Doriel y Jesús tuvieron una discusión, tras de la cual el segundo infringió gran cantidad de heridas a su pareja, con una hoja de rasurar de los que usaba mi padre en su rastrillo Guillette, persiguiéndole escalera abajo para hacerle el último corte en el cuello; inmediatamente después, sigue el dictamen, Doriel sube en busca de una nueva navaja y él mismo se corta la yugular. No hay evidencia de que una tercera persona haya estado presente en estos hechos.
Todo esto lo tenemos que aceptar como verdad porque lo dice la fiscalía, sin aportar elemento de prueba alguno.
Yo no cuestiono la verosimilitud de este dictamen. Puede ser cierto. Lo que despierta mi inquietud es el hecho de que la fiscalía de Aguascalientes tiene en sus archivos más de dos mil expedientes de casos graves atorados desde hace años; este asunto se resolvió de inmediato y con una rotundez que ya quisiera el FBI.
Mucho más llama mi atención el rechazo intenso de la sociedad a ese dictamen, comenzando por los familiares de le magistrade. No es cierto, dicen, sin aportar prueba alguna. Que se investigue y “que se castigue”. Voy de acuerdo.
Pareciera ser, me brinca, que hay una tendencia social a fortalecer la morbosa idea de que “los mataron por putos”, robusteciendo así la corriente de pensamiento homofóbico que permea la sociedad mexicana desde hace siglos. En las batallas de las tribus prehispánicas además de las armas primitivas se usaban los gritos, y el de “puto” era un dardo frecuentemente lanzado.
Nos hace falta mucho camino por andar. Jesús Ociel fue un adelantado en ese camino hacia la tolerancia, que acabó con su vida de una manera tan intolerante. Cualquiera que haya sido esa manera.
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Debe haber sido mi madre la que me enseñó: “dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Desde el propagandista mayor de Morena, Epigmenio Ibarra, hasta Claudia Scheinbaum, todos afirman que Morena es una granada compacta, con todos sus granos unidos en torno a un solo dios y guía verdadero, el presidente López.
Yo me permito tener otros datos.