Por Félix Cortés Camarillo
En la política, especialmente la mexicana, la enseñanza de Heráclito adquiere una modalidad no soñada por él: pasa demasiada agua vertiginosa debajo de nuestros puentes en muy poco tiempo.
Me di cuenta de ello el otro día cuando me cayó el veinte de que hace muy poco era una verdad inamovible que el Cuatrote seguiría en el poder omnímodo en México por lo menos un sexenio más.
En aquel cercano pasado, la oposición al presidente López no tenía una sola figura que se le pudiera enfrentar a cualquiera de sus cuatro jinetes de nuestro Apocalipsis. Adán, Claudia, Marcelo y Ricardo, hacían entonces una mano de póker de ases del Gran Elector ante la guanga mano de sus opositores, si la hubiere.
En ese entonces le dije a quien quisiera oírme o leer lo que escribo, que lo menos peor que le podía pasar a los mexicanos en el próximo sexenio sería que Lopitos inclinara su pulgar a favor de Marcelo Ebrard Casaubón.
No era el enigma de la Esfinge para descifrarlo: el ex canciller no solamente tiene mejor preparación académica y política que sus entonces rivales; tenía entonces, y tiene todavía hoy en su haber, uno de los valores favoritos del presidente López. La ciega lealtad y la obediencia indiscutida.
Pero esas son cuestiones del olvido, que en la cocina política es la especia básica.
Al seleccionar a su presunta sucesora, Lopitos seguro sabía lo que José Luis Martínez nos recuerda de Marcelo en el diario Milenio, citando a Jorge Freire, español él: “una especial querencia por lo abyecto”. Hace apenas 17 años, mi querido Heráclito, Marcelo Ebrard había heredado de Lopitos la gubernatura de la Ciudad de México, y propuso entonces a la señora Clara Brugada –sí, esa que le chingó hace ratito la candidatura al favorito de Claudia para el DF, Omar García- cuando el popularísimo miembro del Partido del Trabajo “Juanito” había ganado la elección en Ixtapalapa, y renunció como había quedado, para que Clara Brugada se quedara ahí. Para luego, como veremos, a otras latitudes.
Pero andábanos cortando rábanos, cuando surge el fenómeno Xóchitl, que no creo que se vuelva a inflar después de los pinchazos que ella sola, telemprompter incluido, se ha propinado. Entonces yo había que lo menos peor no era Marcelo, sino la señora Gálvez.
Toda esta mengambrea, en el español mexicano, no en el de Real Academia, vino a mi memoria cuando espero conocer los resultados parciales de las elecciones del tango argentino, que en segunda vuelta ya escogieron como inquilino de la Casas Rosada a Sergio Massa o a Javier Milei. Presumo que, por escaso margen, porque el resultado oficial se conocerá el miércoles, ganará Massa.
Y si no, ganará Milei. La milonga aquí, es que no es importante quién gane.
Ninguno de los dos va a resolver la crisis económica de Argentina y tendrá que acudir a papá Estados Unidos para que lo saque del pantano económico en que se encuentra el país que un día fue el granero del mundo.
Sí, exactamente como lo fue Ucrania.
Sergio Mass representa al peronismo, que es como el populismo mexicano pero sin Lopitos y sin mariachi. Javier Milei es como el tango a lo bestia. Su propuesta fundamental es hacer del dólar americano la moneda oficial de Argentina, y despojar al gobierno de todo poder. Como el anarquismo original: no gobierno. Y luego vemos como nos va con el dinero.
Qué por cierto, el nombre de Argentina viene de argentum que quiere decir plata. A fin de cuentas, como yo estaba hace unos meses, los argentinos tuvieron que escoger ayer entre quién era peor y quién pior.
Que, si yo fuera porteño, me espetaría a mí mismo un : “Calláte, Ché, que Vos también tenés tu historia”
PARA LA MAÑANERA (Porque no me dejan entrar sin tapabocas): Señor Presidente: ¿se ligaría usted a la señora Biden? Eso insinuó, me dicen, su vecino contlapache.